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CINE

Reflexiones sobre Bruno

Se estrena Bruno, una película tan inclasificable como inquietante. En realidad no es sólo una película, es parte de un fenómeno más complejo que se llama Sacha Baron Cohen, un actor y humorista británico y judío con vocación de provocar, una conocida forma de ganar dinero. Baron Cohen fue nominado al Oscar por el guión de Borat, un film que trata de un reportero de televisión de Kazajistán, antisemita y misógino, que viaja a Estados Unidos para realizar un supuesto documental en el que se ríe de las costumbres americanas.

Se estrena Bruno, una película tan inclasificable como inquietante. En realidad no es sólo una película, es parte de un fenómeno más complejo que se llama Sacha Baron Cohen, un actor y humorista británico y judío con vocación de provocar, una conocida forma de ganar dinero. Baron Cohen fue nominado al Oscar por el guión de Borat, un film que trata de un reportero de televisión de Kazajistán, antisemita y misógino, que viaja a Estados Unidos para realizar un supuesto documental en el que se ríe de las costumbres americanas.

Pero Sacha ya era conocido por Ali G, un personaje que creó para la televisión británica en 1998. En ese programa fue donde diseñó los personajes de Borat y Bruno, que luego desarrollaría cinematográficamente. Entre 1999 y 2000 llegó a la cumbre de su fama en el Reino Unido, cosechando premios y buenas críticas. Su fama cruzó el Atlántico y en 2003 obtuvo cuatro candidaturas a los Emmy. Hasta la Reina Madre de Inglaterra se convirtió en forofa de tan singular comediante. Presentó dos veces los premios MTV europeos, encarnando a sus personajes de Borat y Ali G.

Su gusto en escandalizar tuvo un momento estelar el mes pasado, en la entrega de los premios MTV en Los Angeles, cuando se precipitó desde el techo enganchado a un arnés, disfrazado de ángel y aterrizando sobre Eminem, el cual se enojó y abandonó la gala enfurecido después insultar al cómico.

Pero lo que posiblemente suponga su provocación mayúscula es la citada película Bruno. En esencia, el argumento trata de un gay austriaco, promiscuo y depravado, cuyo objetivo principal en la vida es hacerse famoso a cualquier precio. Primero alcanza cierto éxito como crítico de la moda, pero sus excesos y extravagancias le acaban inscribiendo en las listas negras de los diseñadores. Entonces prueba suerte en otros trampolines del famoseo: la televisión, el periodismo, la lucha libre... y sus perversiones siempre le privan del favor de empresarios y público. Al final sólo contará con la amistad de su asistente, un homosexual platónicamente enamorado de él.

Esta historia está planteada como una comedia disparatada y muy subida de tono en lo que al sexo gay se refiere. Sin llegar a lo pornográfico, se aproxima al máximo en incontables ocasiones, y es irreverente e iconoclasta hasta extremos insospechados. Sin embargo, no es sencillo averiguar qué es lo que pretende Baron Cohen con este film. Por un lado parece una exaltación hiperbólica de lo gay, pero por otro lado lo ridiculiza cruelmente. ¿Celebra a los homosexuales o se ríe de ellos? Lo mismo ocurre con lo heterosexual, que es valorado y burlado a la vez. Y lo mismo con la religión, la política... Muchos comparan este estilo con el del Torrente español. Pero parece que hay diferencias sustanciales, ya que Torrente no es nada ambiguo en sus propuestas.

Esta indefinición en los mensajes de Bruno no es sólo un recurso para atraer a tirios y troyanos, sino que es una expresión nítidamente cultural. Es un reflejo de una cultura multirreferencial, o lo que es lo mismo a-referencial, en la que todo tiene el mismo valor y por tanto la misma falta de valor. Por tanto, tan legítimo es valorar la homosexualidad como detractarla, y así con todo. Esto lleva a un concepto de comedia sin límites ni dirección, en la que todo es susceptible de burla, cualquier elemento antropológico o cultural. Nada debe tomarse en serio, ni lo más tradicionalmente sagrado. Por esta razón, el objetivo principal de este tipo de comedia es la desmitificación del tabú, signo de los límites infranqueables de una cultura. Por ello en Bruno encontramos perversiones sexuales extremas, sodomías, primerísimos primeros planos de genitales, bromas sexuales con la figura de Cristo... Lo surrealista no es la meta de llegada del humor del film sino el punto de partida. El hecho de que este fenómeno tenga éxito comercial es una demostración de lo extendidos que están sus presupuestos culturales. Como decía Cicerón refiriéndose al perverso Catilina: ¡O tempora, O mores!

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