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Ignacio Cosidó

El intervencionismo de las conciencias

El laicismo totalitario se ha convertido en realidad en la única ideología que sustenta el proyecto político de Zapatero.

Esta no será ya la legislatura del pleno empleo, como reiteradamente prometió Zapatero en la campaña electoral, pero a cambio será la Legislatura en la que el laicismo obligatorio se convierta en nuestro país en una nueva religión de Estado. Esta no será tampoco la legislatura en la que se reconozcan nuevos derechos sociales, como también prometieron los socialistas antes de las elecciones, pero España se situará en la vanguardia mundial de la superación de la ética mediante nuevos avances en la cultura de la muerte. Esta no será ya la legislatura en la que España recupere el terreno perdido en su convergencia con Europa, pero en ningún otro país del mundo un residente extranjero podrá tener, por el mero hecho de serlo, más derechos que un ciudadano de su propia nación.
 
Es evidente que el PSOE ha cambiado radicalmente la agenda política con la que se presentó a las elecciones por una agenda que deliberadamente se había ocultado a los españoles. Es más, el PSOE se presentó ante los electores como una alternativa de moderación frente a una derecha a la que acusaban de haberse radicalizado por el mero hecho de oponerse a la claudicación política ante los terroristas o a la ruptura de la España constitucional. Pero una vez logrado el objetivo de mantener el poder, el PSOE se ha quitado la careta para mostrar su verdadero rostro de un partido radical situado más a la izquierda que cualquier otro partido socialista europeo.
 
El objetivo del PSOE con este giro hacia la radicalidad es doble. En primer lugar, trata de mantener la polarización de la sociedad española en dos grandes bloques radicalmente enfrentados. Es la prolongación de la estrategia de "tensionar" a la sociedad que el propio Zapatero reconoció buscar durante de la pasada campaña electoral. Para ello introduce ahora cuestiones como el aborto o la eutanasia que tienen una gran capacidad para dividir, enfrentar y crispar a la sociedad española. Es más, si el Partido Popular se atreve a plantar cara ante estas reformas, el PSOE le acusará de ser un partido radical, reaccionario y ultra que crispa a la sociedad.
 
Con esta maniobra, el PSOE pretende obtener varias ventajas. En primer lugar, recupera una falsa sensación de iniciativa política en un momento en que la realidad parece superarle y el Gobierno se encuentra paralizado. Segundo, distrae a la opinión pública de cuestiones como la crisis económica en la que el Gobierno tiene una enorme responsabilidad. Tercero, aspira a ganar esta batalla gracias al imperio cultural que la izquierda ejerce sobre una mayoría, quizás sólo relativa, de la sociedad, tratando de arrinconar al PP en la minoría.
 
Pero se equivoca quien ve en esta agenda oculta en la campaña electoral y ahora destapada por el PSOE en su último Congreso un mero movimiento táctico ante la eventualidad de una crisis económica. El laicismo totalitario se ha convertido en realidad en la única ideología que sustenta el proyecto político de Zapatero. Un Gobierno que busca la "transformación de la sociedad española" a través de una reeducación de las conciencias. Un proyecto que pretende la erradicación de toda dimensión trascendente del ser humano, porque considera ese sentimiento como un verdadero lastre histórico que impide el progreso definitivo de nuestra sociedad. Una ideología que intenta sustituir los principios morales que han conformado nuestra forma de vida a lo largo de siglos por una nueva ética ideológica en la que no hay más límite que la voluntad del gobernante de turno.
 
La izquierda que cabalga a lomos del poder nos plantea ahora una batalla para erradicar los valores más básicos que han definido nuestra civilización occidental y crear un "hombre nuevo" despojado de todo principio moral que le permita resistir el intervencionismo de las conciencias al que aspira el neosocialismo de Zapatero. No se trata sólo de una confrontación política, que también, sino de una ofensiva moral, cultural y social a la que debemos dar respuesta en todas sus dimensiones. Está en juego algo mucho más importante que el poder. Están en juego principios y valores que nos definen como una sociedad abierta, plural y libre.

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