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Ignacio Moncada

El buenismo europeo mata en África

Mientras la retórica buenista europea esconde ese flujo económico tan destructivo, y se anima a los países en desarrollo al colectivismo en lugar de a implantar la propiedad privada, se les da la puntilla cerrándoles las puertas del comercio internacional

Elinor Ostrom, única mujer en ganar el Nobel de Economía, estudió un paradójico caso en Nepal que ilustraba los motivos del fracaso de la ayuda externa a los países en desarrollo de África, Asia y América. Los fondos públicos movilizados por gobiernos occidentales fueron destinados a la construcción de una moderna presa de hormigón para sustituir a los tradicionales sistemas de irrigación construidos con madera por los propios agricultores de la zona. Los órganos internacionales se mostraron sorprendidos cuando, apenas un año después de la construcción de una presa que debía aumentar la productividad agrícola, encontraron que estaba abandonada, y que los agricultores habían vuelto a su antiguo y rudimentario sistema. La economista explicó a qué se debía. Mientras que los sistemas tradicionales eran construidos y mantenidos por los propios agricultores, la presa había sido donada para el provecho gratuito de toda la comunidad. Como no había propietario, nadie estaba interesado en invertir en su puesta a punto ni en su costoso mantenimiento.

Occidente envía a los países pobres continuos mensajes de desprecio hacia el papel de la propiedad privada en la economía. El discurso que gira en torno a la necesidad de la donación de fondos públicos, y desprecia la lucha interna por el afianzamiento de la propiedad privada y de las instituciones necesarias para protegerla, ayuda a impedir que construyan los cimientos económicos en cualquier país pobre. El caso anterior, en el que la presa se transformaba en una terrible pérdida económica, en un gasto estéril, no es lo habitual. Lo común es que la ayuda externa vaya directamente a los bolsillos de los gobiernos autoritarios locales y sirva para fortalecerlos. Por ello el economista P. T. Bauer definía el sistema de la ayuda externa como la transferencia forzosa del dinero de los pobres de los países ricos a los ricos de los países pobres.

Mientras la retórica buenista europea esconde ese flujo económico tan destructivo, y se anima a los países en desarrollo al colectivismo en lugar de a implantar la propiedad privada, se les da la puntilla cerrándoles las puertas del comercio internacional. La Política Agrícola Común, máximo exponente del proteccionismo, beneficia a unas pocas empresas ineficientes en Europa a costa de casi todos los europeos, que se ven obligados a pagar más cara su cesta de la compra. Pero sobre todo es un arma de destrucción masiva en África. No sólo porque se les impide vender sus modestos pero baratos productos en Europa, y de esa manera ir reinvirtiendo poco a poco las ganancias para mejorar su productividad y crecer económicamente. También porque se bloquea la posibilidad de que lleguen empresas y capital extranjero a África, que permitiría acelerar el proceso anterior, simplemente porque tampoco podrían exportar. Es otro ejemplo de cómo el buenismo europeo mata en África.

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