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Ignacio Villa

El talante del insulto

Será el nuevo talante, pero desde luego no ha pasado ni una semana desde
el inicio de la legislatura; y en el Partido Socialista han recuperado bien rápido la política del insulto. Ha faltado tiempo para que el inefable Pepín Blanco vuelva donde solía: insultar al PP, insultar a Aznar y no respetar lo que puedan hacer los demás en virtud de su libertad. Llevamos días oyendo hablar de diálogo, de nuevo talante, de consenso, de respetar a todos. Y a las primeras de cambio salta Blanco calificando a Aznar de "chivato" por hablar por teléfono con el presidente Bush. Y es que ya se ve que el entusiasmo del estreno se les ha acabado. Hemos pasado del "todo mundo es
bueno" a las habituales descalificaciones de mal gusto. Al insulto puro y duro.

Suponemos que esta vuelta súbita a la realidad de Pepe Blanco es a lo que se refería Rodríguez Zapatero cuando en el Debate de Investidura decía que él iba a gobernar para todos, sin sectarismos, con buenos modos y con un amplio diálogo. ¿En qué quedamos?. Y no es que a Blanco le haya dado un "acceso de nervios", puesto que todavía disfrutan de la alegría del triunfo del 14 de marzo. Blanco simplemente ha hecho lo único que sabe hacer. ¿Qué pasará cuando los problemas de la ineptitud se les acumulen encima de la mesa?.
 
Sí esto pasa en los días de "vino y rosas", nos queda todavía mucho por ver
y por escuchar. Por cierto, con todo esto: ¿qué pretenden desde la dirección del PSOE?. Por lo que parece, no se contentan con intentar dinamitar la herencia y la trayectoria de José María Aznar. No están satisfechos con mentir y mentir más sobre los atentados del 11 de marzo. No les basta con intentar enterrar los ocho años de prosperidad con el Gobierno del PP. No es suficiente con intentar volver a escribir una historia que no les gusta. Ahora pretenden encerrar a Aznar en una jaula.

A Blanco, en una actitud que lo dice todo, le gustaría que Aznar desapareciera del horizonte, que no hable con nadie, que no emita sonidos.
 
En definitiva, que desaparezca del mapa. Y eso –señor Blanco– es imposible. Un presidente del Gobierno que ha dejado a un país a toda máquina, en lo político y en lo económico, no puede ser enterrado de la noche a la mañana. Es más, está en su derecho de hacer lo que le cuadre. Y si no, que nos lo digan a millones de españoles, que llevamos años "soportando" a un Felipe González descolocado, rencoroso y mezquino. Lo siento, pero no. Aznar, que diga lo quiera y que hable con quien quiera. ¡Faltaría más!

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