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Ignacio Villa

Galicia: Kilómetro Cero

Las elecciones autonómicas del 21 de octubre en Galicia son algo más que unos comicios. Con esta cita electoral, se acabaron las treguas internas que desde el PP y el PSOE se han impuesto para evitar que afloren a la superficie las crisis que las dos grandes formaciones sufren desde hace meses, por razones diversas. Galicia va a significar, sin duda, el inicio de una nueva etapa en la política nacional, no tanto por los resultados gallegos, como por la desaparición de una razón electoral que servía para amortiguar otros problemas. El día después de las elecciones se acabaron las componendas. Pueden estar seguros de que van a comenzar las hostilidades internas en cada partido. Ya no hay razones para guardar las formas, no hay motivos para mantener el tipo. Desde el lunes, las cosas van a cambiar y, previsiblemente, serán peores. Con más crispación y más dureza. Los dos grandes partidos no pasan, desde luego, por su mejor momento.

A nadie se le oculta que en el PP la tensión y la presión es cada vez mayor y más intensa. Los populares esconden los nervios a la espera de una posible crisis de Gobierno, de la elección del sucesor de José María Aznar y de la orientación del Congreso Nacional del próximo mes de enero. Por si esto no fuera poco, por encima de todos y de todo sobrevuela el escándalo de Gescartera. En el PP se vive en un suspiro. Corrillos, cometarios, rumores, suposiciones, planes y estrategias están a la orden del día. Muchos son conscientes de que en los próximos meses se juegan su futuro político, y otros se indignan ante el permanente interrogante en el que viven sumidos. La falta de respuestas de futuro provoca ansiedad y descontento. Son, precisamente, algunos dirigentes los que sugieren que la situación actual no tiene ningún sentido, que se necesita un golpe de timón y que sería una pena desperdiciar el trabajo de años en el último tramo del recorrido. Con el Congreso de enero en el horizonte, y sin elecciones gallegas, ya no hay motivos para un silencio sacrificado. Desde ahora, quieran o no, los nervios van a aflorar. El PP, sin citas electorales hasta el 2003, entra en un momento decisivo para su futuro. Todos los saben. Se juegan mucho.

En el PSOE, las cosas no están mucho mejor. Los previsibles malos resultados en Galicia abrirán el tarro de los enfrentamientos. Rodríguez Zapatero tiene demasiados frentes abiertos y ahora se acabaron las excusas. La crisis del PSE, los devaneos de Pascual Maragall, la necesidad de un programa claro y la definición de un proyecto que por el momento no tiene nombre y apellidos. Los resultados en Galicia pueden provocar una bocanada de nervios entre los socialistas, que puede desembocar en la petición de responsabilidades a Zapatero. A más de un socialista no le convence la oposición de terciopelo del nuevo equipo, y esta nueva situación nos puede llevar a más presión, más crítica al Gobierno y menos Pactos de Estado. El PSOE no se juega en Galicia gran cosa, se la juega después. Por lo tanto, los resultados gallegos pueden ser determinantes. Zapatero, comienza su camino electoral del 2004 este 22 de octubre; las palabras y las formas ya no valdrán. Desde ahora, sí aspira a ganar, Zapatero deberá intentar dar una talla que por ahora no ha conseguido.

Ciertamente, Galicia marca el Kilómetro Cero de una nueva etapa para unos y otros. Unos se juegan el futuro, los otros se juegan la entidad de un proyecto. Sólo esperamos que el día después unos y otros se tomen en serio lo que tienen en manos. Nos beneficiará a todos. El que entienda el mensaje recibirá el premio en las urnas.

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