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Ignacio Villa

La última batalla europea de Aznar

El inicio de la Conferencia Intergubernamental este fin de semana en Roma se puede considerar, sin duda, el último reto europeo de José María Aznar. Durante los próximos tres meses, la Europa comunitaria entrará en trepidación al hilo de las negociaciones que se van a llevar a cabo en torno al texto de la nueva Constitución europea. Una redacción que no va a ser precisamente formalista. De su contenido, de sus epígrafes, se va a extraer el nuevo equilibrio de poder en Bruselas. El reparto del poder en la Comisión europea, el porcentaje de diputados en el Parlamento de Estrasburgo y, por supuesto, la distribución de los votos y de los vetos en los Consejos Europeos.

Dicho de otra forma, esta Conferencia Intergubernamental va a dar forma a la nueva Europa; en ella se va a decidir quiénes son los grandes, los pequeños y los medianos. Y por ello España se juega mucho. Hasta ahora, nuestro país en Europa ha ido de menos a más. En estos últimos ocho años, con el Gobierno del Partido Popular, España ha ganado en prestigio, en experiencia y en presencia. El Gobierno de Aznar tiene la etiqueta de cumplidor en el terreno económico, y el propio presidente tiene fama de duro negociador. España, que empezó siendo un país de segunda en Europa, ahora es un referente obligatorio. Nada se hace, ni nada se mueve sin el consentimiento de nuestro Ejecutivo. España ya no tiene que utilizar el servilismo con Alemania o Francia. Muy a pesar de París y Berlín, Madrid va por libre y siempre hay que escuchar su opinión. Pues bien, esta situación podría verse bruscamente corregida si España no sale de la Conferencia Intergubernamental con el peso que le corresponde. Las maniobras, siempre rastreras, de Alemania y Francia para relegar a nuestro país a un tamaño medio efectivo son una realidad a la que Aznar ya ha hecho frente sin pudor.

El presidente del Gobierno ya ha avisado a propios y extraños de que España no va a ceder, pero ahora llega la hora de la verdad. Es el momento de sentarse a la mesa y apurar al máximo la negociación. José María Aznar, durante estos años en el poder, se ha labrado, con razón, el calificativo de intratable negociador europeo. Lo demostró sin tapujos en el Consejo Europeo de Berlín con los fondos comunitarios y lo volvió a demostrar en Niza en el Consejo en el que vio la luz el nuevo Tratado de la Unión. Aznar es temido en Europa por su tozudez en las negociaciones; cuando dice que no cede, simplemente no cede. Y punto. Aznar se va en marzo, y por ello esta cita de la nueva Constitución europea es su última gran batalla comunitaria. España ha conseguido mucho en estos últimos años, pero ahora puede perderlo, de golpe y porrazo, sin no consigue una presencia y un peso institucional específico en esta nueva andadura. Aznar se juega pues mucho estos últimos meses, se juega que su herencia europea se consolide o que, por el contrario, quede en una simple anécdota, como recuerdo del pasado.

Conociendo al presidente, estamos seguros de que dará la batalla hasta el final. Si eso es así, todos saldremos todos ganando.


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