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Ignacio Villa

¿Quién margina a los medios?

Definitivamente, el estilo ha cambiado en La Moncloa a la hora de tratar a la prensa que sigue al presidente del Gobierno. "Puño de hierro, con guante de seda" parece que ha sido la directriz marcada para estos últimos tiempos. Una orden que llega en un momento complicado como es el final de una legislatura; en la que, en todo caso, se debería trabajar de otra manera, por lo menos más abierta y constructiva.

Lejos quedan aquellos tiempos del inicio del poder del PP, en el año 96, en el que con la prensa se trabajaba codo con codo. El poder y los periodistas no eran enemigos, simplemente eran compañeros de un viaje diferente pero con el mismo itinerario. Ahora se vuelven a recuperar las viejos modos y formas del final del felipismo, cuando en la relación con la prensa se utilizaba aquel "distinto y distante" que tenía una sola lectura: la prensa, en los viajes oficiales, lejos; en otro hotel y que sean vistos por el presidente lo menos posible. Estas formas, que fueron desterradas cuando llego el PP al Gobierno, en el 96, se han ido retomando poco a poco para dejar a la prensa, en muchas ocasiones, casi desterrada como algo secundario y, en ocasiones, "dañino".

El último ejemplo lo tenemos en la reciente cumbre hispano-alemana de Lanzarote, donde la orden ha sido clara: "la prensa ni en pintura". Un mandato de quién no conocemos la procedencia, pero que ha tenido algunas manifestaciones inmediatas demasiado evidentes. Para empezar, la Cumbre que se ha desarrollado en un lujoso hotel de la isla canaria estaba cerrado a cal y canto a los medios de comunicación, rompiéndose así una vieja costumbre. Después, en el aeropuerto, los medios gráficos y escritos eran colocados a más de quinientos metros de los Jefes de Gobierno, en un lugar imposible para trabajar, con imágenes o fotografías de muy precaria factura. En fin, lo dicho: "cuanto más lejos mejor".Al final, ha tenido que ser una queja formal en toda regla de los enviados especiales –nacionales, extranjeros y locales– la que ha provocado una rectificación, a regañadientes, para que las puertas se abrieran de nuevo a la información.

Este cambio de actitud esconde, sin duda, un nuevo estilo de política informativa que no puede beneficiar a un Gobierno que tiene muy reciente el daño del Prestige, al que las encuestas no le favorecen de una manera clara y que, ante la crisis de Irak, si de algo necesita es de una política informativa inteligente y de puertas abiertas. En estos momentos, lo que más daño le puede hacer a este Ejecutivo es el cerrojazo y el apagón informativo.

No sabemos de quién ha sido la idea, pero sólo esperemos que esta época final de Aznar en Moncloa no se parezca en lo informativo al final del "felipismo". La experiencia dice que los resultados fueron un auténtico desastre.

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