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Ignacio Villa

Un presidente consumido y acabado

Durante meses ha utilizado la paz como el perfecto telón tras el que ocultar el proceso de rendición del Gobierno. Agotada ésta, le toca el turno a la unidad, nuevo bálsamo de Fierabrás con el que Zapatero pretende aliviar ahora sus problemas.

El pleno extraordinario del Congreso sobre la política antiterrorista del Gobierno ha servido para dejar claras muchas cosas. La primera de ellas, que estamos ante un presidente del Gobierno acabado políticamente, consumido en su propio fuego. Hemos visto pasear por el hemiciclo a un Rodríguez Zapatero hundido, nervioso, enfadado, desaforado y desconcertado. Cuando Rajoy ha expresado la imposibilidad de creer en su palabra, no ha hecho más que constatar que ya nadie cree en sus fábulas.

Cierto es que Zapatero ha iniciado su intervención reconociendo el error de mostrarse tan entusiasmado el día 29 de diciembre, en esa rueda de prensa patética, el día anterior al atentado de Barajas. Pero el presidente del Gobierno ha utilizado la excusa de haber pedido disculpas por algo más o menos accesorio para volver inmediatamente a las andadas en lo sustancial. Ha anunciado la disolución del pacto antiterrorista y la convocatoria de un nuevo "consenso de unidad". Y es que el presidente, no contento con destruir el concepto de "paz" abusando de él durante meses, ahora ha decidido que le toca el turno al de "unidad". Durante meses ha utilizado la paz como el perfecto telón tras el que ocultar el proceso de rendición del Gobierno. Agotada ésta, le toca el turno a la unidad, nuevo bálsamo de Fierabrás con el que Zapatero pretende aliviar ahora sus problemas con la Constitución y el Estado de Derecho.

El presidente ha confirmado en este debate que su legislatura está acabada. El Gobierno carece de capacidad de reacción, como si fuera un boxeador sonado. Sus intentos de golpear a su contrincante carecen de la fuerza de antaño, y ya ni los subvencionados titiriteros y sindicalistas pueden solucionarle la papeleta. No le queda ya margen para rectificar su estrategia; su única salida es tirar la toalla y convocar elecciones. Zapatero ha tocado fondo y no tiene donde agarrarse. Ha confiado tanto en su buena estrella que el batacazo ha sido de los que hacen época.

El debate ha sido tenso, muy tenso. La brillante intervención de Mariano Rajoy ha dejado a Zapatero con sus errores al descubierto. El presidente, nervioso y gritón, ha sido incapaz de elaborar un discurso mínimamente sólido. Dijo que va a liquidar el pacto por las libertades y que pretende fabricar un falso consenso sin el PP, pero en ningún momento enunció en qué puntos concretos piensa basar su lucha antiterrorista. Una vez más, no hemos escuchado al presidente del Gobierno hablar de la derrota de ETA. No hace falta más para saber por dónde van los tiros.

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