¡Qué poco tiempo ha pasado! Tres meses desde la campaña electoral y poco menos de dos meses desde la investidura, y el presidente del Gobierno ha dilapidado el buen talante a las primeras de cambio. Sin previo aviso, sin que nada hiciera presagiar el terremoto que se avecinaba, el jefe del Ejecutivo, con formas muy destempladas, con insultos impropios de su cargo y con unos nervios perdidos no se sabe dónde, ha acabado con su propio mito. La "sonrisa Zapatero" ha pasado a la historia. El presidente del Gobierno ha sacado su rostro más arisco, más tenso y más enfurruñado en un momento que nadie esperaba. Y que, por cierto, ha sorprendido a sus propios colaboradores.
¿Qué le pasa a Zapatero?, era la pregunta más escuchada en los pasillos del Congreso. Y es que no deja de sorprender que el presidente del Gobierno que ha basado casi exclusivamente su discurso político en su sonrisa, se enfade con esta facilidad imprevista. ¿Será que le ha contrariado los resultados de las europeas? No lo sabemos, pero, desde luego, se acabó lo que se daba. Desde ahora ya conocemos al verdadero Zapatero. Y, por ahora, el buen carácter brilla por su ausencia.