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Ignacio Villa

Zapatero tendrá que decidirse

El gobierno se encuentra ante un jardín cultivado y regado por ellos mismos desde la demagogia y la frase facilona.

Zapatero ha terminado al fin sus vacaciones. Y nada más aterrizar en Moncloa tiene la primera patata caliente, la primera de una larga lista. El presidente del Gobierno va a tener que afrontar de inmediato la reforma del Estatuto catalán; una historia que él mismo puso en marcha y alentó por su debilidad política y en la que ahora se siente atrapado por sus propias limitaciones.

El presidente del Gobierno no puede escudarse más en una promesa fruto de un calentón electoral. Recuerden que Zapatero ha repetido hasta la saciedad que no quiere hablar sobre esa reforma hasta que no llegue al Congreso, para añadir más tarde que la propuesta que se registre en el Parlamento español no será retocada. ¿En qué quedamos? ¿Se habla o no se habla? ¿Se retoca o no se retoca? Y lo que es más, ¿qué poder se atribuye el presidente para despreciar así la opinión del Congreso de los Diputados? ¿Tan poco le importa a Zapatero la opinión de los distintos grupos parlamentarios?

El Gobierno se encuentra ante un jardín cultivado y regado por ellos mismos desde la demagogia y la frase facilona. No tienen una escapatoria fácil, especialmente cuando entre ellos mismos comienzan a surgir importantes discrepancias. Opiniones muy dispares que no se pueden tapar fácilmente con unas palabras simplonas y cursis del jefe del Ejecutivo. Han ido tirando de la cuerda y se está quedando con todo el ovillo en la mano.

Zapatero tiene esta semana cuatro citas políticas importantes en las que no puede pasar de puntillas. En Madrid la Ejecutiva Federal, el Comite Federal y Consejo Territorial y en Léon el tradicional encuentro con los mineros de aquellas cuencas de comienzo de curso. Cuatro actos públicos en los que no puede limitarse a sus habituales vericuetos demagógicos.

Zapatero tiene que mojarse ya. Queremos saber que opina el presidente del Gobierno de un tema crucial para la Constitución, para el modelo nacional y para el futuro de España. Zapatero no puede seguir jugando entre sonrisas con la estabilidad de todos. Pero, por el momento, estamos viendo mucha cursileria y demasida flojera. Estamos viendo que en Moncloa no hay principios, y cuando hablamos de la estabilidad institucional no se puede seguir dando vueltas. Zapatero no puede seguir de oyente.

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