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Isabel Durán

El Gobierno del rencor, el sectarismo y la mentira

A ello se prestó Miguel Ángel Moratinos olvidándose que es el ministro de Asuntos Exteriores de todos los españoles, no del PSOE y de sus aliados independentistas radicales de izquierda

Había que armarla antes de la comparecencia de José María Aznar ante la comisión de investigación del 11-M. Había que asestar un golpe de efecto de relevancia internacional en el talón de Aquiles del político popular para arrastrar su imagen por los suelos antes de que durante largas horas las televisiones, radios y periódicos de España y buena parte del extranjero centren sus focos de atención en la persona del ex presidente del Gobierno cuyo partido perdió las elecciones tras una brutal masacre.
 
A ello se prestó Miguel Ángel Moratinos olvidándose que es el ministro de Asuntos Exteriores de todos los españoles, no del PSOE y de sus aliados independentistas radicales de izquierda. Moratinos ha ensuciado su cargo trufándolo de sectarismo indigno al olvidar que su única y fundamental misión es la de representar a España. Moratinos se ha convertido en el titular del infundio, la patraña y la farsa.
 
Acusar a José María Aznar de golpista desde la televisión que pagamos todos los españoles es, además de mentir a sabiendas de que se miente, acusar a la Unión Europea de golpista. Aznar era el presidente de turno de los Quince cuando, según Morotinos, apoyó el golpe contra Chávez y, por lo tanto, sus actos lo eran también los de la Europa comunitaria. Para el Gobierno de Rodríguez Zapatero y su indigno Moratinos todo vale con tal de ensuciar la imagen del anterior presidente.
 
Si el Ejecutivo Zapatero tiene acreditado haberse convertido en el más radical de izquierdas, anticlerical y sectario de la reciente historia de la democracia, ahora llevará en la solapa el galón de la indignidad, la calumnia y el embuste. Lo dicho por el tramposo e indigno Moratinos demuestra únicamente el enorme nerviosismo de La Moncloa ante la reaparición en escena del único presidente de la Historia que abandonó el puesto por voluntad propia y que ni saqueó, ni robó ni secuestró ni mató, como ocurrió en la etapa socialista que le precedió.

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