El Gobierno, el PSOE y su filial nacionalista catalana se empeñan en hacer creer al ciudadano de a pié que el PP es una formación ultraderechista, ultramontana, intolerante, reaccionaria y ahora, “histérica”, en palabras de Miquel Iceta. También que Mariano Rajoy predica “plagas” y “catástrofes” inexistentes, como asegura Pérez Rubalcaba, el portavoz del gobierno de los GAL.
Sin embargo, a la factoría publicitaria zapatista se le está acabando el cuento. Hasta los oyentes de la Ser andan revueltos a causa del Estatuto de Zapatero y se manifiestan en contra de que Cataluña se autodefina como nación. Casualmente, cuando el sermómetro le enmendaba la plana al Estatuto en esa vital cuestión se produjo un providencial “fallo informático” en la cadena amiga, es decir, un apagón informativo en toda regla y santas pascuas. Un dejá vu, algo parecido a lo ocurrido con la fonoteca de Gran Via 32 que delataba minuto a minuto su juego sucio durante las cruciales horas del 11 al 14-M. Y es que a Zapatero y sus huestes mediáticas se les ve demasiado el pelo.
Algo empieza a calar en contra del mismísimo Giocondo monclovita incluso entre sus propios e incondicionales devotos. Los estrategas del poder andan estos días preocupados. Ha sido tal la orgía nacionalista de Rodríguez Zapatero que ahora ha llegado la consigna rotunda: hay que rebajar el significado real de lo aprobado gracias al presidente, hacer pedagogía de la desinformación, manipular el significado y las gravísimas consecuencias del disparate estatutario presidencial.