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Isabel Durán

La belleza del Papa

Sin él no se hubiera escrito la página más importante de la historia reciente: la caída del telón de acero y con ella la llegada de la esperanza de libertad para millones de seres humanos

Ha muerto Juan Pablo II. El mundo llevaba cuarenta y ocho horas sobrecogido con la agonía del Papa. Más de mil millones de católicos han rezado estas últimas horas por él, pero también millones de no católicos han sufrido con él. Media humanidad con sus oraciones le ha ayudado en el trance mientras él enseñaba al mundo a afrontar la muerte.
 
Con la noticia del fallecimiento en directo de Karol Wojtyla se cierra una etapa de la Iglesia, la del primer pontificado mediático, el hombre que ha convertido al Sumo Pontífice en la figura universal más querida y respetada en el mundo entero bajo cuya mano firme condujo a la Iglesia al siglo XXI. Sin él no se hubiera escrito la página más importante de la historia reciente: la caída del telón de acero y con ella la llegada de la esperanza de libertad para millones de seres humanos.
 
Ha muerto la imagen viviente de la dignidad humana. Desde su elección, hace veintiséis años, hasta su muerte, el líder espiritual de la Iglesia se ha convertido en el Papa de todos, es patrimonio de todos, ejemplo de todos. Su Pontificado ha sido el del Vicario de Dios en directo: el Papa de la libertad, el Papa valiente, el Papa de los jóvenes, el Papa de la alegría de vivir en la fe, el Papa de los que sufren, el Papa de los débiles, el Papa de la paz y de la esperanza. La imagen de Juan Pablo II representa la belleza de un gigante que vivió y murió por y para los demás, la belleza de quien vivió y murió por y para Cristo. 
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