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Isabel Durán

Muertos vergonzantes

Por negárseles el duelo de los españoles, a las víctimas del "proceso de paz" se les ha hurtado hasta de unos funerales cristianos, católicos para más señas, como era deseo de sus familias.

La instantánea publicada por algunos medios de comunicación que recoge el semblante del presidente del Gobierno durante la celebración en el Palacio Real de la festividad de la Pascua Militar es harto elocuente. Más le valía a Zapatero, antes tan entregado a la fotopresidencia, hacerse un repasito a sí mismo ante el espejo de La Moncloa para evitar reproducir de nuevo ese gesto. Tenía los labios y el ceño tan prietos y fruncidos que rayaban en lo cómico, mientras cerraba los puños quizá como metáfora de su actitud ante los familiares de los dos inmigrantes asesinados por ETA, cerrada por vacaciones durante cuatro días en Doñana.

La imagen del recién entrado 2007 no es la cara de malo de película de un Zetapé que no reconoce haber "cometido ningún error", sino la secuencia de los dos féretros sacados a toda prisa y por la puerta trasera de España con los restos mortales de los dos ecuatorianos despedazados por el terrorismo etarra. Y es que con Zapatero hemos vuelto a los muertos vergonzantes, aquellos a los que había que enterrar en el más humillante de los silencios, sin aspavientos y sin apenas muestras de dolor. Por negárseles el duelo de los españoles, a las víctimas del "proceso de paz" se les ha hurtado hasta de unos funerales cristianos, católicos para más señas, como era deseo de sus familias.

¿Acaso Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio no merecían un funeral solemne en la catedral de La Almudena como el oficiado por los asesinados el 11-M? ¿Es que estos pobres ecuatorianos no eran dignos de la presencia de la plana mayor del Gobierno, presidente incluido, en la sala de autoridades del aeropuerto de Barajas? ¿Cómo es posible que el secretario de Defensa se negara a que se oficiara un responso a los restos de Carlos Alonso Palate, sólo celebrado tras la reiterada insistencia de los desconcertados e indefensos familiares directos allí presentes? ¿Acaso había prisa por quitárselos de encima porque eran incómodos testigos mudos apuntando con su mortal presencia a Zapatero?

Con la premura por que desaparezcan los vestigios de la mortífera acción terrorista, el Ejecutivo apunta lo que nos viene encima. La empecinada política personal del presidente llena de "energía y determinación" para una presunta paz que no es sino traición y engaño masivo. Unos gestos físicos y políticos, que revelan más de lo mismo, pero ahora con muertos vergonzantes encima de la mesa.

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