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Isabel Durán

No más reparto de nueces

Rodríguez Zapatero ya se había puesto medallas por anticipado de generosidad y grandeza con los asesinos en la creencia de que posee la fórmula magistral para acabar con el terrorismo

Tras diecinueve meses sin asesinatos, el 21 de enero de 2000 la banda terrorista ETA mató en Madrid al teniente coronel Pedro Antonio Blanco. Hoy, dieciocho días después de la mayor victoria de la organización criminal vasca –la aprobación del plan nacionalterrorista de Ibarretxe–, los asesinos han vuelto a dejar su huella haciendo estallar una bomba que ha dejado herido a un ertzaina, en señal de aviso de su supervisión del “proceso de diálogo” “tan esperanzador” anticipado por el anhelante Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
 
El jefe del Ejecutivo socialista debe ahuyentar la patulea de aduladores de la izquierda independentista radical y desde sus propias filas, no sucumbir a los cantos de sirena que le soplan al oído haciéndole creer que pasará a la historia como el presidente que acabó con la ETA a base de talante y buen rollito y atenerse a la realidad de los hechos.
 
Hace ya seis años desde que los tres enviados del presidente del Gobierno de José María Aznar acudieron a Suiza a entrevistarse con Mikel Albizu, Antza, y Belén González Peñalva, jefes de la banda terrorista, afortunadamente hoy entre rejas. Diálogo de besugos. Los etarras rompieron su tregua-trampa cuando les convino y reiniciaron su macabra andadura con la sangre del teniente coronel Blanco.
 
Ahora los terroristas, más maltrechos que nunca organizativa y operativamente hablando, han dado un salto político de proporciones siderales al aprobar bajo sus designios el plan secesionista del lehendakari. Pero los asesinos no van a permitir a Ibarretxe recoger más nueces porque saben que está en juego su propia supervivencia político-social.
 
Con el atentado de Guecho, avisan al PNV de que no tolerarán que se haga con su sustrato social nacionalista. Ibarretxe lleva casi un mes proclamado vencedor in pectore, líder absoluto del abertzalismo por anticipado y considerándose de nuevo el próximo inquilino del palacio de Ajuria Eenea. Hasta que la organización terrorista ha vuelto a marcar su territorio. Los jefes de la dinamita han hecho saber al lehendakari quien manda. Quién marca los tiempos. Quién es la dueña de un proceso que no piensa dejarse arrebatar. Y también a ZP.
 
Porque Rodríguez Zapatero ya se había puesto medallas por anticipado de generosidad y grandeza con los asesinos en la creencia de que posee la fórmula magistral para acabar con el terrorismo. Mientras pacta desde la Moncloa pacta con la boca pequeña con Rajoy a instancias del Rey, continúa en manos de quien selló con ETA en Perpiñán el acuerdo de seguir mirando en el mapa dónde ponen las bombas. Y es que el talante y el diálogo de nada sirven con los asesinos. Y si no que se lo pregunten a la viuda del teniente coronel Blanco, y al resto de las viudas, madres o huérfanos de la banda asesina.

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