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Isi Leibler

Represalias por los misiles Kassam

Al negar al ejército el derecho a desempeñar su principal deber –la protección de la vida y la integridad de los ciudadanos de su país–, el Gobierno está sacrificando vidas por anotarse puntos en términos de relaciones públicas.

Durante años, el mundo se ha acostumbrado a que los misiles Kassam lluevan sobre la ciudadanía de Sderot y de sus alrededores. El Gobierno minimizó inicialmente la amenaza de los proyectiles, despreciándolos como armamento primitivo de baja calidad. Sin embargo, los ataques se incrementaron, muchos civiles acababan muertos o heridos y los ciudadanos de Sderot se transformaron en refugiados dentro de su propio país. Lo único que hizo el primer ministro Olmert fue instarles a permanecer firmes y ajustar su régimen de vida diario a la "ruleta rusa" de los ataques de los misiles.

De hecho, durante el lapso durante el cual estuvo en vigor el falso alto el fuego con la Autoridad Palestina, el primer ministro llegó a denegar al ejército el derecho a atacar a los terroristas mientras se encontraran inmersos en el proceso de lanzar misiles, afirmando que Israel era lo bastante fuerte para absorber tales ataques y alegando que la contención le estaba reportando "enormes beneficios diplomáticos globales" a la nación. Resulta difícil imaginar ningún otro país que actuase de forma semejante mientras sus civiles son atacados por un vecino orgulloso que predica a los cuatro vientos su determinación a borrarlos del mapa.

Por la otra parte, si el Gobierno se hubiera tenido que enfrentar a una situación similar en un centro más concurrido como Ramat Aviv, no hay ninguna duda de que habría respondido de forma distinta. De lo contrario se habrían producido disturbios callejeros y manifestaciones en la Knesset exigiendo su dimisión. También somos todos conscientes de que hasta este Gobierno disfuncional se vería obligado a actuar si, Dios no lo quiera, los misiles alcanzaran una escuela, un hospital u otra infraestructura importante. Que esto no haya sucedido aún es un milagro.

Al negar al ejército el derecho a desempeñar su principal deber –la protección de la vida y la integridad de los ciudadanos de su país–, el Gobierno está sacrificando vidas por anotarse puntos en términos de relaciones públicas. Está aplicando la equivocada moralidad de dar prioridad al bienestar de los escudos humanos por encima de sus propios civiles. Esto es simplemente indefendible.

Así que cuando por fin el ministro Haim Ramon ha decidido tomar en consideración las incontables peticiones de suspensión del suministro eléctrico, de combustible y agua de una manera estudiada en respuesta a los continuos ataques de misiles procedentes de Gaza, creo que tengo derecho a decirle: "Mejor tarde que nunca. Pero, ¿podría explicar por favor por qué su Gobierno ha continuado proporcionando hasta la fecha servicios a vecinos cuyos líderes organizan ataques de misiles contra nosotros y reiteran su determinación a continuar matando a 'los descendientes de cerdos y monos'?"

Nuestro mensaje a Hamas y Gaza no debería estar motivado por preocupaciones de relaciones públicas o proporcionalidad. Simplemente tenemos que proteger a nuestros civiles. Deberíamos decirles: "Dejad de dispararnos misiles o afrontad las inevitables consecuencias". Eso no sería ni brutal ni contradictorio con el derecho internacional. Sería de sentido común.

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