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Jack M. Hollander

Pobreza y contaminación van de la mano

La reciente Cumbre del G-8 en Evian y la Cumbre Mundial del Desarrollo Sustentable de Johannesburgo el año pasado lograron resultados muy poco satisfactorios.

Miles de activistas del medio ambiente, provenientes de países ricos, acudieron a Johannesburgo para promover controles ambientales y la utilización de recursos renovables para lograr un “futuro sostenible”. Pero los representantes de los países pobres estaban en otra onda. Insistían en que la pobreza es el principal obstáculo a la protección del medio ambiente. “Ayúdennos a erradicar la pobreza —decían— y ustedes lograrán un medio ambiente sostenible”. Pero los ambientalistas no creen eso. Por el contrario, temen que mientras más ricos somos, más consumimos los escasos recursos naturales y más gente contaminará las tierras, el aire y las aguas. Los ambientalistas exigían la imposición inmediata de controles en los países pobres, como primer paso hacia un desarrollo “sostenible”. Pero los representantes de esos países respondían que primero hay que lograr el desarrollo y después hablar de controles.

El presidente francés Jacques Chirac invitó a 11 líderes de países africanos a Evian para demostrar su apoyo al Tercer Mundo. Y el G-8 culminó sus sesiones acordando ampliar el diálogo y emitiendo documentos tales como “Acciones contra el hambre, especialmente en Africa” y “Ciencia y tecnología para un desarrollo sostenible”. En principio, los participantes estuvieron de acuerdo en todo, pero ello no significó ninguna acción concreta.

A lo largo de tres décadas, casi todas las confrontaciones entre los ambientalistas de países ricos del norte y los países en desarrollo del sur han terminado en la misma nota agria. La inmensa distancia que separa a estos grupos no cambiará hasta que comprendamos mejor las verdaderas relaciones existentes entre la pobreza, la riqueza y el medio ambiente. Habiendo investigado el tema durante años, expuse las respuestas en mi libro The Real Environmental Crisis (La verdadera crisis ambiental: por qué la pobreza, no la riqueza, es el enemigo número uno del medio ambiente), recientemente publicado por la Universidad de California. El libro es un desafío a la versión popular, según la cual la riqueza inevitablemente fomenta la degradación del medio ambiente. Por el contrario, explica que el bienestar favorece la protección ambiental.

La historia nos muestra abundantes evidencias en apoyo de esa conclusión. En los países industrializados, el ambientalismo surgió como reacción a los efectos negativos de los comienzos de la industrialización. Entonces había altos niveles de contaminación atmosférica y de las aguas. La gente se sentía afectada y exigía mejoras. Y a medida que aumentaba el nivel de vida, la gente no sólo se quejaba de la degradación ambiental sino que comenzaba a tener los medios económicos para combatirla.

Una de las grandes historias de éxito de los últimos 50 años ha sido el progreso de las naciones desarrolladas en revertir el perjuicio ambiental causado por la industrialización. Argumentar que la industrialización daña el medio ambiente es contrario a la realidad histórica: a lo largo de varias décadas, una progresiva mejora del medio ambiente ha coincidido con el crecimiento económico.

Hoy gozamos en Estados Unidos del agua y aire más limpios de los últimos 50 años, de más bosques que en los últimos 100 años, más alimentos que nunca y nuestros ríos y lagos están nuevamente limpios. Esto se debe a la innovación tecnológica, a la revolución de la información y a que los sistemas industriales, de la construcción y del transporte son cada día más eficientes en el consumo de energía y demás recursos.

La realidad es diferente en el mundo en desarrollo. La culpa es de la pobreza y las víctimas son los pobres. Un ejemplo de ello es el crecimiento explosivo de la población. Las grandes familias son la respuesta a altas tasas de mortalidad infantil, muertes por hambre y enfermedades infecciosas, agua contaminada, ausencia de sanidad y asistencia médica, baja productividad, escasez de recursos y de educación.

Para garantizar un futuro ambiental sostenible tiene que haber desarrollo económico, pero la transición de pobreza a riqueza sólo se logra bajo libertad y democracia, dejando que la gente tome sus propias decisiones, incluyendo las que tienen que ver con el medio ambiente. En esa transición es importante no dejar rezagada a ninguna región. Si siguen existiendo zonas con miseria extrema, estas impedirán que se logren soluciones a los problemas ambientales más serios, tales como la contaminación del aire y de las aguas, inseguridad alimenticia, hambre y enfermedades.

© AIPE
Jack M. Hollander es profesor emérito de energía y recursos de la Universidad de California.

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