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Jacobo Israel

Elementos para una pedagogía del Holocausto

Los pueblos que olvidan su historia, escribía Santayana, están obligados a repetirla. Para que no repitamos la tragedia, hagamos que los lugares de memoria permanezcan.

Estas líneas están dedicadas a señalar cuatro aspectos y una reflexión que considero importantes para una pedagogía del Holocausto, que debe siempre comenzar por señalar su singularidad.

En primer lugar, el empeño nazi contra los judíos nació de una contraposición ideológica. Para el nazismo, el avance de la sociedad debía realizarse a través de la dominación de la raza aria, mediante la eliminación de los más débiles y la dominación de las razas que consideraban inferiores. Para el judaísmo, el perfeccionamiento del mundo debe realizarse a través de la compensación a los más débiles como una labor de justicia; no en vano en hebreo justicia y caridad tienen la misma raíz.

Además este perfeccionamiento es labor propia de toda la Humanidad, porque procede de la obligación principal del ser humano para con el Creador del Mundo, que no es otra que cuidar de su Creación, muy en particular del prójimo, sea o no de su estirpe. "Que ama [Dios] también al extranjero, dándole pan y vestido. Amaréis pues al extranjero: porque extranjeros fuisteis vosotros en tierra de Egipto", dice el Deuteronomio (Cap X, vers. 17-18).

En segundo lugar, fue la perversión racista que nutría su ideología lo que llevó a los nazis a su política hacia los judíos, persiguiéndoles por el hecho de serlo, es decir por su identidad y no por sus actos –y con independencia de si eran hombres, mujeres o niños–, para transportarlos desde todos los rincones de Europa a los lagers y proceder a su exterminio.

En tercer lugar, los nazis utilizaron todos los elementos modernos de la planificación industrial para un exterminio rápido y masivo, fuera de toda concepción de humanidad y de piedad. En ese sentido, el nazismo es producto de una modernidad sin moral. Consideraron a los judíos no humanos, les hicieron sentirse no humanos y los exterminaron como si de no humanos se tratase. También consideraron razas inferiores al pueblo gitano y a otras etnias, concentraron a millares de ellos y los asesinaron.

En cuarto lugar, esta tragedia pudo haberse evitado por la población, si esta hubiera tenido la moral y la entereza de oponerse a las medidas que los nazis tomaban contra los judíos. La prueba es que en dos países donde la población se opuso a estas medidas, como Dinamarca o Bulgaria, la mayoría de la población judía pudo salvarse. De ahí la importancia que en la formación moral del individuo puede tener la enseñanza del Holocausto

Por último, señalemos que para que la memoria del Holocausto permanezca y el estudio del Holocausto cumpla sus fines, ahora que van quedando pocos sobrevivientes, es necesario el esfuerzo desde las instituciones para que los lugares de la memoria no desaparezcan y sean preservados para siempre. Cuando desaparezcan las voces de los supervivientes, la visita a los lugares de memoria permitará luchar contra el olvido de la tragedia. Los pueblos que olvidan su historia, escribía Santayana, están obligados a repetirla. Para que no repitamos la tragedia, hagamos que los lugares de memoria permanezcan.

Hace muchos siglos, nuestros sabios emitieron una máxima solidaria: "Todo Israel es responsable el uno por el otro". Se trataba de una responsabilidad total, no sólo de asegurar una cobertura mínima a los más necesitados, sino de afirmar su dignidad humana.

Emmanuel Lévinas, uno de los grandes pensadores judíos contemporáneos, que bebió en las fuentes de la tradición judía, reinterpretó después de la catástrofe –en la que perdió a toda su familia– la vieja máxima como "todo hombre es responsable el uno por el otro".

Mas allá de un conocimiento de la Historia es para que esta responsabilidad compartida sirva de modelo a la juventud de hoy y de mañana, para lo que es útil la enseñanza del Holocausto.

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