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Jaime Ignacio del Burgo

El humor negro de Zapatero

La afirmación del presidente Rodríguez Zapatero de que no se ha detectado ninguna falla o grieta en la cohesión nacional de España no es otra cosa que una muestra del humor negro del presidente.

El presidente Rodríguez Zapatero tiene sentido del humor. Lo demostró en uno de sus últimos mítines cuando dijo: "He pedido un informe al organismo que controla los movimientos sísmicos, y me ha confirmado que en la Península Ibérica no se ha detectado ninguna grieta, ninguna falla y que, por lo tanto, España no se rompe como vienen pronosticando". Al contrario, añadió, "está más fuerte y unida que nunca porque los ciudadanos tienen más derechos y más confianza".

Por desgracia, esta humorada del presidente no puede ocultar que la realidad española es bien distinta. Ocurre que los procesos independentistas no se producen de un día para otro. Lo cierto es que el presidente, en esta legislatura, ha contribuido como nadie a la exacerbación de los sentimientos nacionalistas entre otras cosas porque ha gobernado con el apoyo de los separatistas catalanes, con quienes comparte además gobierno en Cataluña. El Estatuto catalán ha consagrado la existencia de la nación catalana y envalentonado al vicepresidente de la Generalidad de Cataluña que se ha atrevido a poner fecha (2012) para celebrar un referéndum de autodeterminación.

Los republicanos catalanes, al amparo de la permisividad del presidente, calientan motores convencidos de poder arrastrar a los ciudadanos del Principado hacia su aventura secesionista. Los viajes al extranjero del vicepresidente catalán, José Luis Carod Rovira, que se presenta como representante del Gobierno de Cataluña, son cada vez más audaces y transmiten por donde pasa la sensación de que España es una olla a presión a punto de estallar. Sin ir más lejos, hace unos días estuvo en Edimburgo, flanqueado por una representación de Eusko Alkartasuna, para organizar un frente común que agrupe a los nacionalistas vascos, catalanes, gallegos, escoceses, galeses y flamencos (que están a punto de hacer saltar por los aires la nación de los belgas) con la finalidad conseguir de la Unión Europea su pretensión de ser tratados como Estados soberanos. Previamente, había asistido con el presidente del Gobierno Vasco, Juan José Ibarreche, al acto de afirmación separatista en que se convirtió el partido jugado en San Mamés entre las selecciones "nacionales" del País Vasco y Cataluña.

Recordemos que Ibarreche ha lanzado a su vez un órdago al Estado español al anunciar la celebración de una consulta popular para el otoño de este mismo año, tanto si llega a un acuerdo con el futuro inquilino de la Moncloa como si no, para la conformación de un nuevo estatus político para el País Vasco que contemple el derecho a decidir de los vascos. El presidente vasco, con un razonamiento cartesiano, no llega a comprender por qué Rodríguez Zapatero se resiste, por ahora, a negociar con él si, en el marco del proceso de paz, llegó a sentarse con ETA para sustituir el Estatuto de Guernica por un nuevo marco político y conseguir con ello la disolución de la banda terrorista.

Por su parte, los nacionalistas gallegos –también en coalición de gobierno con los socialistas– hacen sus pinitos soberanistas, aunque no hayan llegado todavía al grado de sus homólogos vascos y catalanes.

Con estos hechos –incontrovertibles– y otros muchos que podríamos citar (como, por ejemplo, el desacato a la sentencia dictada en el caso Atucha por el Tribunal Supremo y que ha sido protagonizado por el Gobierno vasco en pleno, el establecimiento de fronteras lingüísticas en virtud de los procesos de inmersión lingüística en detrimento del idioma común de todos los españoles, la quema de retratos del rey, la negativa a dar cumplimiento a la ley de banderas en numerosos municipios gobernados por los nacionalistas y aun por el propio PSOE, o la ofensiva internacional separatista de los gobiernos catalán y vasco) la afirmación del presidente Rodríguez Zapatero de que no se ha detectado ninguna falla o grieta en la cohesión nacional de España no es otra cosa que una muestra del humor negro del presidente.

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