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Javier Ancín

El teléfono fijo del PSOE

¿Y realmente a qué juega el PSOE? A volver no, porque nunca se había ido, sino a revolver.

¿Y realmente a qué juega el PSOE? A volver no, porque nunca se había ido, sino a revolver.

De la Conferencia de este fin de semana, donde el PSOE nos ha explicado las promesas que incumplirá cuando gane las elecciones, nos quedarán dos cosas: el logotipo de la rosa, que ha cambiado hacia una piruleta, y el anuncio de vuelta de Rubalcaba, quizás sobre sus propios talones, para girar el partido hacia la izquierda, aun a riesgo de marearse un poco más.

En la primera fila se vio a Toxo y Méndez, sindicalistas rudos, barbado uno y bigotudo el otro, con cara de asombro, quizás porque su sitio está en las mesas de las marisquerías, junto a los suyos, y no tanto chupando las golosinas rojas que les repartieron los socialistas. A su lado estaba sentado Zapatero con una sonrisa en modo automático que no correspondía con su mirada, perdida hacia el techo del auditorio, buscando quizás una nube para supervisar. Zapatero es un expresidente distinto, porque no es un jarrón chino al que no se sabe dónde colocar. Zapatero es el lugar idóneo; lo que ocurre es que no saben qué jarrón ponerle, porque de tan etéreo que es corre peligro de hacerse añicos hasta un pequeño florero que se le haga sujetar.

A Madina ni lo escuchamos porque creo que con él no van estos saraos. Siempre he sospechado que lo que le gusta es tener su escaño, ponerse de perfil y que vayan pasando los cuatrienios, sin más preocupación que la de evitar, sin que se le note mucho la desgana, que le den una patada hacia arriba nombrándole candidato. Con atizarle al PP así le pregunten por la diferencia entre una naranja de zumo o una naranja de mesa piensa que ya ha cumplido con su causa.

Chacón salió a la carrera antes de que Rubalcaba terminara su discurso, como esas viñetas de cómic en las que un personaje corre agarrado a una maleta, de la que siempre se le sale un calcetín. ¿A dónde irá? Quizás regrese al pasado, de donde vino a un acto de su partido en el que nadie le sujetó la puerta para cederle el paso porque nadie quería estar a su lado. La niña de Felipe, en una escena freudiana posmoderna, fue a Sevilla a matar al padre y el padre fue quien la mató a ella. González recordó a Chacón que su tiempo político se detuvo en el congreso pasado, que perdió. Fin de la cita.

Susana Díaz se sentó con el que manda tras haber firmado una tregua, como en el chiste del dentista que pacta con el paciente no hacerse daño. Pacto que da la sensación de que va a durar lo que tarde la presidenta andaluza en acercarle el torno al colmillo de Rubalcaba, porque no tiene por dónde sujetarla. Susana Díaz incluso cantó el himno de Andalucía junto a sus mesnadas provinciales, como preludio de la batalla. Ha nacido una candidata.

¿Y realmente a qué juega el PSOE? A volver no, porque nunca se había ido, sino a revolver. A agitar el escenario para despistar a sus simpatizantes y que sigan votándole, por la ilusión del cambio. Apelaría a Lampedusa para explicarlo mejor, con su eterno cambiarlo todo para que todo quede igual, pero El gatopardo les queda grande. La conferencia del PSOE se acercó más a una escena costumbrista, con una telefonista con la cara de Rubalcaba conectando clavijas en un panel de telefonía antiguo. "Operadora, póngame una conferencia". Y sólo se escuchó el sonido de los aplausos, como una interferencia.

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