Menú
Javier Fernández-Lasquetty

Contra el turismo, contra la libertad

El turismo es una expresión gigantesca de libertad. Libertad de ir cada uno adonde le gusta, y no adonde le señala el intelectual de turno.

Tal vez hoy o mañana usted se marche de vacaciones. Puede que haya decidido hacer un poco de turismo. Bien pensado. Quizá el próximo año hacer turismo sea más caro, más complicado, o directamente le prohíban ir al lugar de su elección.

No exagero. No deberíamos tomarnos a la ligera las continuas amenazas que la izquierda hace contra un turismo al que han decidido rechazar como expresión del capitalismo. Ni tampoco se deben ignorar las constantes peticiones de algunas asociaciones empresariales turísticas que reclaman y consiguen medidas mercantilistas para evitar la competencia. ¿Cómo no va a estar el turismo bajo amenaza si políticos como el Presidente de Canarias (CC) abogan abiertamente por poner un tope al número de viajeros? ¿Quién le dice que no vaya a ser usted el primero que supere el tope, y por tanto se tenga que quedar sin sus vacaciones?

El turismo es la principal fuente de riqueza para España, como para muchos países desarrollados o en vías de desarrollo. En 2014 viajaron a España 60.700.000 visitantes extranjeros. Solo en el primer semestre de este año el gasto del turismo extranjero en España ha sido de 28.287 millones de euros, un 7,4% más que en el mismo período del año pasado. Parecería suicida una política dirigida a limitar esta fuente de ingresos, ¿no es cierto? Pues la hay, y viene de frentes muy distintos.

El principal vector de ataque lo accionan los movimientos y partidos de la izquierda. Podemos, por supuesto. Pero también ese Partido Socialista que mientras ha gobernado el Ayuntamiento de Barcelona ha tratado de poner dificultades, por ejemplo, al alquiler de apartamentos turísticos en la Barceloneta. Los nuevos alcaldes de Podemos en Madrid, Barcelona u otras ciudades amenazan con tasas y prohibiciones. El nuevo alcalde de Santiago de Compostela prometió en la campaña electoral no solo prohibir la creación de nuevos hoteles, sino incluso impedir que se abran más tiendas de recuerdos. Otros rechazan la llegada de cruceros turísticos ¿Con qué argumentos? Según dicen, asegurar la calidad, evitar el deterioro de las condiciones laborales, o desestacionalizar el turismo. Quizá fue Ada Colau quien mejor delató el resentimiento social y el anticapitalismo primario que hay detrás de todo, cuando dijo en campaña: "No quiero una ciudad a la que solo vengan pijos".

No debe sorprender que simultáneamente haya algunas agrupaciones de empresas turísticas que coincidan en todo o en parte con algunas de estas propuestas. Son un exponente de ese mercantilismo que nada tiene que ver con el libre mercado. Son los que aceptarían una tasa impositiva contra el turismo… si su recaudación fuera destinada a promover sus negocios. Son los que presionan para hacer inviable el uso de aplicaciones como Airbnb, en la que el cliente puede escoger con libertad y bajo su responsabilidad qué apartamento o casa quiere alquilar. El paternalista argumento que pretende garantizar unas condiciones de calidad no puede ocultar el evidente deseo de impedir que lleguen otros competidores que ofrezcan mejor precio y se lleven a la clientela.

El Presidente de Canarias, Fernando Clavijo, representa un tercer vector de ataque al turismo, esta vez desde aquellos sectores políticos que creen que su éxito consiste en interferir en las decisiones de la gente. El Sr. Clavijo es partidario de limitar el número de visitantes porque muchos turistas viajan con todos sus gastos incluidos, como si los productos que comen o los servicios que utilizan en su lugar de destino no recibieran finalmente el dinero que salió del bolsillo del viajero.

El turismo es lo mejor que le puede pasar a un lugar o a un individuo que esté en el mercado. Pero sobre todo, el turismo es una expresión gigantesca de libertad. Libertad de ir cada uno adonde le gusta, y no adonde le señala el intelectual de turno. Libertad de quedarse donde uno encuentra el mejor alojamiento al mejor precio que él puede pagar, no donde le obligan los estándares impuestos por industriales que no quieren que haya competencia. Libertad, en fin, para abrir un negocio en el que alojar a turistas, darles servicios o venderles los productos que libremente éstos quieran comprar. Libertad para buscar unos días de felicidad, y libertad para obtener el mejor precio libremente convenido.

Con menos turistas seríamos muchísimo más pobres. Aún hay algo peor: seríamos mucho menos libres.

En España

    0
    comentarios