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Javier Fernández-Lasquetty

¿Omnia sunt communia?

Podemos ofrece edificios completos a okupas. Esos edificios no son propiedad de Podemos, luego no puede disponer de ellos como si fueran suyos.

Podemos ofrece edificios completos a okupas. Esos edificios no son propiedad de Podemos, luego no puede disponer de ellos como si fueran suyos.
Okupas del Patio Maravillas | Patiomaravillas.net

Los nuevos gobernantes del Ayuntamiento de Madrid y de otras ciudades españolas continúan ofreciendo una exhibición de dogmatismo revolucionario. La torpeza con la que lo aplican no es motivo suficiente para creerlo inofensivo, o incluso risible. Es bueno reírse de quienes se toman tan en serio a sí mismos, pero a continuación hay que rebatirles.

Algunos concejales, como el Zapata de los chistes antisemitas, profirieron un solemne grito al acceder al cargo: Omnia sunt communia, todos los bienes son de todos. No es momento ahora de asombrarse de que elijan como inspiración a un clérigo alemán del siglo XVI, o de que la expresión proceda –mutilada- de Santo Tomás de Aquino. Lo asombroso es que alguien se crea con derecho de decir en voz alta que su deseo es privar a los demás de aquello que les pertenece.

Que no se trataba de mera retórica lo estamos viendo ahora, cuando el ayuntamiento gobernado por Podemos ofrece edificios completos a grupos okupas. Esos edificios no son propiedad de Podemos, luego no puede disponer de ellos como si fueran suyos. Y nótese que no los ofrece a cualquiera, sino a los grupos de los que ellos mismos proceden; es decir, a sus amigos y compañeros de juergas revolucionarias. Como bien ha dicho el PP en el ayuntamiento, es una bofetada en la cara de todos los que pagan una hipoteca para ser propietarios de una casa.

Si Podemos puede decir y actuar así sin que se produzca una conmoción es porque las ideas dominantes en las últimas décadas han presentado siempre la propiedad privada como algo injusto y –palabra mágica- "antisocial". No crean que esa retórica procede solo de extremistas de izquierdas. Las empresas que piden subvenciones o tratos de favor también quieren vivir del dinero de los demás. Las mismas ideas laten debajo de todos los discursos que hablan de los impuestos como si fueran una expresión de solidaridad. La solidaridad es siempre voluntaria, por definición, mientras que los impuestos son siempre obligatorios, también por definición. Luego, por tanto, pagarlos no es ser solidario, sino someterse a una obligación que viene impuesta.

La propiedad privada tiene un valor moral que merece tanta protección y tanto respeto como la vida y la libertad. La propiedad, cuando es adquirida de forma legítima, es decir sin trampas y sin imposiciones, sino como fruto de intercambios voluntarios entre personas libres, es inviolable, o al menos debería serlo.

No, todos los bienes no son de todos, y menos mal que no lo son, porque las veces que se intentó ponerlo en práctica en serio el resultado fue una sangrienta dictadura en la que sus dirigentes se adueñaban de las propiedades de los demás. En la Unión Soviética lo padecieron durante décadas, lo mismo que en los países oprimidos por ella. En Cuba o Corea del Norte continúan padeciéndolo, mientras que en Venezuela avanzan por ese camino al mismo ritmo que se vacían los estantes de los supermercados.

Si todo fuera de todos, podemos estar seguros de que los que eso piden se quedarían con todo. Y lo que no tendría nadie es libertad.

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