Menú
Javier Fernández-Lasquetty

Un alivio engañoso

El de ayer es el peor resultado del PP desde antes de 1993.

Es imposible no sentir alivio y alegría al ver que el voto de los españoles no ha respaldado el amenazador avance de la izquierda leninista. Pero es igualmente imposible no darse cuenta de lo dañada que está la política española, cuando el presidente del gobierno da brincos de alegría porque los bolcheviques no han asaltado aún el poder.

El resultado de las elecciones es un alivio. Pero no nos engañemos: ¿puede formar gobierno el Partido Popular? ¿Puede seguir siendo Mariano Rajoy el presidente del gobierno? Apenas hay diferencias entre la situación posterior al 20 de diciembre y la actual. Hay diferencias, pero no son suficientes ni determinantes. El PP está muy lejos de la mayoría. Necesitaría el apoyo de Ciudadanos, el cual nadie puede dar por asegurado. Y ni aun con el apoyo de Ciudadanos se alcanza la mayoría absoluta. La izquierda lo tiene peor, cierto. Pero como en el cuento de Augusto Monterroso, cuando los dirigentes del PP despierten, el bloqueo político seguirá allí.

Lo que ha sucedido en las elecciones del 26 de junio ha sido una redistribución parcial de los votos, pero manteniendo el esquema de diciembre pasado. El PP ha mejorado un poco sus resultados, a costa de Ciudadanos y en menor medida del PSOE. Podemos reduce sus votos, pese a haber absorbido a IU. Pero no hay cambios determinantes, como lo fueron los de diciembre pasado.

No es con las elecciones de diciembre con las que hay que hacer la comparación, sino con las de 2011 y las anteriores. Cuando se hace esa comparación se ve lo que el alivio sentido ayer tiene de engaño. Comparado con las elecciones de 2011, el PP ha perdido 3.000.000 de votantes, nada menos. Y no se piense que comparar con el 2011 es exagerar, porque el PP es un partido que desde 1996 siempre había recibido entre 9 y 11 millones de votos, y había estado entre el 37 y el 44% de los votos. Sentir euforia porque en vez de 7.200.000 se tienen 7.900.000 es cerrar los ojos a una realidad evidente: el de ayer es el peor resultado del PP desde antes de 1993.

El PP de Mariano Rajoy y su equipo ha gobernado sin ambición, ha diluido hasta hacerlo desaparecer cualquier contenido ideológico, y ha convertido la política en una interminable campaña electoral en la que no se habla de proyectos, sino de tácticas y de enredos entre partidos. El resultado no ha sido bueno, aunque el de hoy lo parezca.

Un país en el que la extrema izquierda consolida más de 5 millones de votos necesita una alternativa con un discurso ideológico muy potente. Un discurso alternativo liberal, que haga reformas de verdad, que reduzca la pesada maquinaria del sector público, que reduzca el gasto, en lugar de pedir prórroga a las instituciones financieras internacionales. Para articular esa propuesta política el PP debería, más pronto que tarde, descorrer el cerrojo impuesto por Mariano Rajoy y abrir un proceso interno verdaderamente abierto y competitivo, como el que propone de manera cada vez mejor preparada la red Floridablanca.

Ayer, a miles de kilómetros de España, voté de nuevo al Partido Popular, como he hecho en todas las ocasiones desde hace 30 años. Estoy seguro de que no fui el único que al introducir la papeleta en el sobre intentaba encontrar una razón para fundamentar mi voto, más allá de que los demás me gusten menos.

Temas

En España

    0
    comentarios