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Javier Somalo

Iglesias, el payaso de Leningrado

La seriedad, la intelectualidad y el coraje del payaso de Tabarnia fulminan también al neopopulismo de extrema izquierda que se desangra a borbotones.

Duele Tabarnia. Irrita Tabarnia. Desenfoca a los chupópteros habituales y los arroja a la oscuridad. El magistral "no soc aqui" de Boadella da la mano a aquel "ja soc aqui" de Tarradellas demostrando el absurdo y criminal viaje circular en el que nos embarcaron los racistas catalanes. Ahora son ellos los que tienen el problema.

La estricta seriedad del payaso de Tabarnia choca violentamente con el nacionalismo que se creía épico. El nacionalismo de actrices y políticas lloronas, el de los dedos rotos de mentira, el de los cobardes, el de los niños engañados por padres y madrasas, el de las televisiones y radios fascistas que emiten consignas de caza, queman leyes y símbolos pero cobran y cobran de la atolondrada España metrópoli. Un circo, levantado por las víctimas, ha rasgado el velo de la omertá. Empezó haciendo sonar a Manolo Escobar en noches de cristales rotos, colgando banderas inéditas en balcones, siguiéndole al nacionalismo su broma macabra. Y pronto resultó que aquel circo era la dramática realidad de Cataluña, el grito de sus ciudadanos ante décadas de opresión consentida. ¿Suena a broma?

Pero además, la seriedad, la intelectualidad y el coraje del payaso de Tabarnia fulminan también al neopopulismo de extrema izquierda que se desangra a borbotones. Pablo Iglesias, el político que necesita vacaciones para pensar, dice que Tabarnia "es una tomadura de pelo y un circo". El payaso de Leningrado se ha quedado sin pista. Han borrado su nombre de los carteles. Ya nadie quiere ver su núcleo irradiador o el concurso de besos. Ya nadie paga por el numerito de los bebés en el escaño, el de las camisetas, el de las lágrimas ante los bruñidos leones del Congreso o los desfiles de paletos, varas y bastones. Dice el payaso triste y sin taquilla que "en España y en Cataluña, hay gente que quiere que se gobierne en serio" y hasta adivina que "ciertas cosas ya están cansando a algunos ciudadanos". Lo podría haber dicho Boadella –no habría diferenciado España de Cataluña– y tendría razón. Pero Iglesias no. En la carpa de Iglesias ya sólo quedan grúas para homosexuales, burkas y francotiradores en chándal que disparan a la orden de un pajarito. El circo de los círculos cumple cien años de sangre y sus cien millones no murieron de risa.

Tómense su tiempo. Pasen y vean. Yo no compré la entrada el primer día porque la vendía Twitter. Pero cuando un payaso dice "se acabó la broma" no hay más remedio que escucharle. De momento, el de Tabarnia ha echado del circo al de Leningrado porque ahora empieza lo serio.

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