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Javier Somalo

Rajoy,"Pte."

Hoy lo del "Pte." sigue "Pte.", lo del Presidente sigue Pendiente, los SMS de Rajoy siguen sin pasar factura.

Cuando nos asomaron los famosos papeles del CESID –nunca se destaparon del todo– se hizo célebre un apunte manuscrito: "Pte.".El autor de la abreviatura, allá por 1983, fue Emilio Alonso Manglano, máximo responsable del CESID, nombrado jefe de los espías por Leopoldo Calvo Sotelo tras el 23-F y respaldado entonces por el Rey Juan Carlos.

Aquellas tres letras y su posible significado provocaron ríos de tinta a mediados de los noventa porque podían demostrar la autoría intelectual de los GAL. Eran épocas de grandes tiradas de periódicos de papel, sobre todo las referidas a la guerra sucia contra ETA en el diario El Mundo. Contribuyó a la escandalera y enmarañamiento sumarial el justiciero vengativo Baltasar Garzón, entonces en pleno proceso de supernova.

El caso es que la abreviatura de marras, aquel "Pte." que apareció en tres ocasiones en fichas manuscritas comprometedoras podía significar dos cosas: "Presidente", según la versión de Juan Alberto Perote, Jefe Operativo del CESID, o "Pendiente", según el propio Emilio Alonso Manglano, mandamás de los espías y autor de las notas. En el primer caso, y como mínimo, la traducción era que Felipe González estaba al tanto del plan para acabar con ETA en el sur de Francia a base de secuestros y tiros, al margen de la ley y con fondos reservados que además enriquecerían bolsillos, o sea, la fundación de los GAL.

Hoy, tantos años después, podemos releer decenas de libros y centenares de artículos con versiones para todos los gustos sobre la famosa inscripción que tampoco añaden o restan ya información al dramático escándalo. También podemos contemplar una vez más aquella portada de El Mundo que mostraba una foto de Felipe González, tomada furtivamente por Fernando Quintela, sobre el siguiente titular: "González promete ante once jueces del Supremo que no tuvo nada que ver con los GAL". Cabizbajo, y aunque sólo como testigo, el caso es que un presidente del Gobierno pisó el suelo del Tribunal, eso sí, dos años después de abandonar La Moncloa. No pasó nada más porque el Supremo decidió no "estigmatizar" la figura del jefe del Ejecutivo. En definitiva, porque se decidió que no debía pasar nada más.

Esta semana, tantos años después, hemos asistido a un extraño Debate sobre el Estado de la Nación en el que, como dijo Luis Herrero, hablaron los zombis mientras los vivos esperaban extramuros. Un Debate en el que los corruptos arrojadizos –son legión– volaron por el hemiciclo de una bancada a otra mientras Celia –¡Vamos, Manolo, coño!– Villalobos los atrapaba y emparejaba con un jueguecito de su tablet. Delante de ella, en la tribuna, hablaba el presidente del Gobierno. Y eso fue lo más extraño. Según el día, pienso que Mariano Rajoy es sólo un pésimo político que no se ha manchado las manos, sensación que jamás he tenido en el caso de González. Estoy seguro de que lo del PP y su tesorero no es nada comparado con lo que se sabe y esconde en Andalucía y en Cataluña. Pero cuanto más veo la colección de SMS de Rajoy que, como la foto de antaño, publicó en portada El Mundo, más tenebrosa se me aparece aquella decisión del Supremo de que lo importante es no "estigmatizar" a un presidente del Gobierno.

Ahora, tantos años después, el problema no es una abreviatura de puño y letra sino varios mensajes a dedo y teléfono enviados cuando ya se habían destapado las cuentas del tesorero. Su significado es explícito, sin abreviaturas, inopinable. Todo aquello de finales de los noventa se lió por una anotación manuscrita que podría valer para un roto, un descosido o un desgarrón en manos de Garzón. Dando por válidas las dos versiones, la de Perote y la de Manglano, hoy lo del "Pte." sigue "Pte.", lo del Presidente sigue Pendiente, los SMS de Rajoy siguen sin pasar factura. Luis, lo entiendo. Sé fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo.

Después de esto, el que no debió "volver por aquí a hacer o decir nada" en un Debate sobre el Estado de la Nación era Rajoy, que sabía, como sabía González aunque prometiera ante once jueces no saber. Nada tienen que ver en gravedad el caso Bárcenas con el caso GAL. Tampoco son equiparables los efectos de ser instigador o mero conocedor de una cosa y la otra pero el caso es que a los españoles, con tal de no estigmatizar a un "Pte.", siempre consiguen ocultarnos todo aquello que se puede repetir. Quizá para que se pueda repetir. Y, claro, se repite siempre.

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