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Jeff Jacoby

Buenas noticias, pero no para todos

La izquierda insiste hoy en la derrota en Irak. Machaca a cualquier demócrata que se aparte del mensaje. Considera las buenas noticias del frente como "un verdadero quebradero de cabeza".

Es una guerra, y es Oriente Medio, así que las noticias positivas se pueden deteriorar y nunca hay garantías de nada. Pero, teniendo en cuenta estas advertencias, las noticias procedentes de Irak son bastante esperanzadoras.

Durante meses, los observadores han estado achacando al "incremento gradual" del general David Petraeus los notables progresos sobre el terreno. Ese mensaje no sólo ha venido de viejos partidarios de la guerra, sino también de algunos de sus mayores críticos.

Michael O'Hanlon y Kenneth Pollack, analistas de la izquierdista Brookings Institution, sacudieron Washington con su columna del 30 de julio, Una guerra que podríamos ganar. Once días más tarde, la revista alemana Der Spiegel, que hace ya tiempo que había calificado la guerra como un desastre llamado a fracasar, revisó radicalmente su opinión. "Los Estados Unidos están teniendo más éxito militarmente en Irak del que el mundo quiere creer", informó el periodista Ullrich Fichtner en un reportaje detallado. Tanto que el resultado que la administración Bush "había predicho erróneamente antes de la invasión –que las tropas serían recibidas con caramelos y flores– aún podría terminar cumpliéndose".

Hace un par de semanas llegaron más buenas noticias, anunciadas por los principales políticos chiítas, sunitas y kurdos de Irak. El primer ministro Nouri al-Maliki, el presidente Jalal Talabani, el vicepresidente Tarik al-Hashemi, el vicepresidente Adel Abdul-Mahdi y el presidente regional kurdo Massoud Barzani están uniendo fuerzas en materia legislativa para zanjar algunas de las cuestiones más espinosas que plagan la política iraquí, incluyendo una política nacional sobre el petróleo, una relajación en la desbaazificación y la liberación de ciertos detenidos.

Para la mayor parte de los norteamericanos, es evidente que los avances positivos en Irak son muy bien recibidos. Pero no todo el mundo se siente así. Las buenas noticias son malas para gran parte de la izquierda demócrata, donde la oposición a la guerra se ha convertido en una inversión política y emocional en la derrota. El látigo de la mayoría en la Cámara, Jim Clyburn, de Carolina del Sur, fue preguntado por el Washington Post sobre qué pensarían los demócratas si al mes siguiente Petraeus informaba de que la guerra iba bien. "Eso sería un verdadero quebradero de cabeza para nosotros", respondió cándidamente Clyburn.

La intensidad de la determinación de la izquierda a abandonar Irak quedó plasmada en la reacción a una única frase del discurso de Hillary Clinton hace unas semanas ante los Veteranos de Guerras Extranjeras: "Hemos empezado a cambiar de táctica en Irak", dijo aludiendo al incremento, "y en algunas zonas, en la provincia de al-Anbar en particular, está funcionando".

El diplomático comentario despertó inmediatamente las críticas feroces de los rivales demócratas de la Clinton. El director de campaña de John Edwards, David Bonior, la advirtió que no "minara los esfuerzos del Congreso para finalizar la guerra". El gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, otro aspirante presidencial con posibilidades, se sumó: "El incremento no está funcionando. En lo que se refiere a Irak, no le doy el mismo crédito que Hillary  al presidente Bush". Cuando Barack Obama se dirigió a los veteranos un día más tarde, se aferró al guión de los derrotistas. "Obama ve un 'total fracaso' en Irak", tituló el New York Times el 22 de agosto su información sobre su discurso.

En cuestión de 48 horas desde su aparición ante los Veteranos, la Clinton regresó obediente al clásico discurso todo-está-perdido una vez más: "El incremento estaba diseñado para dar tiempo al Gobierno iraquí para tomar medidas con el fin de garantizar una solución política. Ha fracasado (...) Necesitamos (...) empezar a salir ya."

Desde el 2002, la Clinton se ha apuntado a todo en lo que a Irak se refiere. Defendió las afirmaciones de George W. Bush sobre las armas de destrucción masiva ("la información de Inteligencia desde Bush padre hasta el hijo pasando por Clinton es consistente"). Se opuso a fijar un calendario de retirada ("No creo que debamos indicar nuestras intenciones al enemigo nunca"). Votó afirmativamente a autorizar la guerra. Votó negativamente a financiar a las tropas. Su postura es una veleta al viento y es probable que no hayamos visto el último de sus giros.

La Clinton no es ni de lejos el único candidato presidencial dispuesto a decir lo que sea para ser elegida o para ceder a la presión de los intransigentes de su partido. Pero vale la pena señalar que existen alternativas con principios.

Considere al representante Brain Baird, demócrata progresista del estado de Washington. Se ha opuesto a la guerra de Irak desde el principio, y aún cree, como escribía en una columna del Seattle Times recientemente, que "podría ser uno de los peores errores en materia de política exterior de la historia de nuestra nación". Pero una vez ha creído que la nueva estrategia militar está funcionando y que una retirada norteamericana prematura sería desastrosa, se está pronunciando a favor de mantener la línea actual. Naturalmente está siendo denunciado en la izquierda; un blogger influyente lo ha llamado "perro de Bush" y "mono domesticado de Dick Cheney", y un colectivo de enfadados electores pacifistas le regañaron durante una reunión. ("No nos importa cuáles son tus convicciones", dijo uno. "Estás aquí para representarnos"). La presión no es agradable, pero Baird sigue en sus trece.

Eso es lo que John F. Kennedy llamaba un perfil de valor, y es problemático que no haya perfiles así entre los demócratas que se presentan este año a las primarias para ser candidatos a presidente. JFK salió elegido en un momento en el que los norteamericanos podrían confiar en que el partido que encabezaba se enfrentase con resolución a las amenazas internacionales. Eso cambió después de Vietnam, donde la izquierda demócrata insistió en la derrota y se salió con la suya, solamente para perder la confianza de la nación en seguridad nacional por un largo periodo.

La izquierda insiste hoy en la derrota en Irak. Machaca a cualquier demócrata que se aparte del mensaje. Considera las buenas noticias del frente como "un verdadero quebradero de cabeza". Defiende lo que en 1960 JFK llamó "políticas de retirada, derrota y debilidad". ¿Es ese modo de ganar unas elecciones? A corto plazo puede. Pero nos encontramos en medio de una guerra a largo plazo, una guerra que los americanos no quieren perder.

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