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Jeff Jacoby

¡Dejemos que Irán se haga con la bomba!

Para Kenneth Waltz, líder de la escuela neorrealista, lo que hace al Medio Oriente peligrosamente inestable es que Israel tenga armamento nuclear y su enemigo más fanático no.

Para Kenneth Waltz, líder de la escuela neorrealista, lo que hace al Medio Oriente peligrosamente inestable es que Israel tenga armamento nuclear y su enemigo más fanático no.

¿Le preocupa el empeño de Irán por dotarse de armamento nuclear? Al politólogo Kenneth Waltz no. Profesor en Columbia y expresidente de la Asociación Americana de Ciencia Política, Waltz sostiene en Foreign Affairs que ha llegado la hora de despreocuparse, incluso de enamorarse, de la bomba iraní.

El artículo de Waltz –que la publicación señera del Council on Foreign Relations destaca en portada– se titula "Por qué Irán debería tener la bomba". El Gobierno estadounidense y sus aliados en Europa, Israel y el mundo árabe pueden contemplar la posibilidad de un Irán atómico como la más grave amenaza para la seguridad mundial; pero Waltz, líder de la escuela neorrealista de relaciones internacionales, les dice a todos ellos que se calmen. Que los mulás se hagan con la bomba no sería el peor desenlace de la crisis actual, aduce; y añade: "De hecho, puede que fuera el mejor de los resultados: el que más posibilidades tendría de restaurar la estabilidad en Oriente Medio".

Por resumir: para Waltz, lo que hace al Medio Oriente peligrosamente inestable es que Israel tenga armamento nuclear y su enemigo más fanático no. "Es el arsenal nuclear israelí, no el deseo iraní de hacerse con uno, lo que más ha contribuido a la presente crisis ", escribe. "Después de todo, el poder apuesta por el equilibrio".

Pero un régimen violento y fundamentalista como el de Irán, promotor del terrorismo internacional, conculcador brutal de los derechos humanos, exportador de la yihad, abierto partidario de "borrar a Israel del mapa", ¿no sería todavía más peligroso si sus proyectiles tuvieran cabezas nucleares? Todo lo contrario, dice Waltz:

La historia muestra que cuando los países tienen la bomba se sienten cada vez más vulnerables y se vuelven muy conscientes de que sus armas nucleares los convierten en objetivo potencial de los superpoderes, lo cual disuade a los primeros de emprender acciones agresivas o audaces.

A Waltz tampoco le quita el sueño la posibilidad de que se produzca una carrera de armamentos si Teherán consigue atomizarse. "Cuando Irán cruce el umbral nuclear, la disuasión se pondrá en marcha", asegura a sus lectores. "Ningún otro país de la región tendrá incentivo alguno para hacerse con su propio arsenal nuclear, y finalmente la crisis presente se disipará".

Si la alegre despreocupación de Waltz ("¿Cabezas nucleares iraníes? No hay problema": he aquí la versión reducida) le parece estrafalaria, sepa usted que no está solo. Daniel Pipes, del Middle East Forum, lo considera "el más ridículo" análisis evacuado por un experto "presuntamente serio". En cuanto a Gary Schmitt, del American Enterprise Institute y antiguo miembro del Comite de Inteligencia del Senado, considera que la idea de que el arsenal nuclear israelí desestabiliza Oriente Próximo prácticamente se refuta sola: un Israel sin armamento nuclear, ¿sería más o menos vulnerable?

En cuanto al efecto tranquilizador de la bomba iraní, es difícil de conciliar con la alarma que suscita en el mundo árabe semejante perspectiva: "Si Irán desarrolla un arma nuclear, nosotros tendremos que hacer lo propio", ha advertido el príncipe saudí Turki al Faisal.

Ahora bien, no debería subestimarse el influjo de la posición de Waltz, ahora que nos aproximamos a la línea roja, al momento en que las instalaciones nucleares iraníes estén tan avanzadas que sea imposible destruirlas mediante un ataque preventivo. Ante la perspectiva de una intervención militar para frenar a un régimen maléfico, siempre habrá quien sostenga que todo saldrá bien siempre y cuando no se haga nada.

Waltz lleva un tiempo ya recitando su letanía de cuantas más armas nucleares, mejor. "Se ha demostrado, sin excepción, que quien tiene armas nucleares se maneja con moderación y cautela", insistía en 2007. Y en 1981, nada menos, afirmaba: "La difusión controlada del armamento nuclear es algo que celebrar y no que temer".

Irán no es Rusia, ni China, ni la India, ni ningún otro miembro del club de las potencias nucleares. Una vez tras otra, Irán ha clamado explícitamente por el exterminio de Israel, y dejado claro que considera el armamento nuclear un medio práctico para alcanzar tal fin. "Una sola bomba atómica acabará con todo en Israel": así de meridianamente claro lo dejó el presidente iraní Hasemi Rafsanjani en 2001. "Sin embargo, solamente herirá al mundo islámico. No es irracional contemplar una eventualidad así".

Teherán sigue contemplándola. Hace sólo unas semanas la agencia iraní FARS lanzó una nota de prensa titulada: "Alto Mando reitera compromiso iraní con aniquilación total de Israel".

¿Hay que permitir a un apocalíptico régimen genocida hacerse con la bomba atómica? ¿Celebrarlo, incluso? Ni el Dr. Strangelove iría tan lejos.

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