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Jeff Jacoby

¿Sobrevivirán los periódicos?

¿Pero es realmente el ascenso de Internet la causa del éxodo masivo de lectores? Cuando empecé a trabajar en el sector hace veinte años, el descenso en el número de éstos ya estaba en marcha. La difusión ya estaba cayendo.

Hace unos días se cumplieron veinte años desde que comenzara a trabajar para la prensa. Empecé en el Boston Herald escribiendo editoriales, un trabajo que disfruté durante seis años antes de pasar al Boston Globe como columnista en 1994. No había previsto hacer carrera en el periodismo: cuando estaba en segundo curso de la escuela primaria anuncié solemnemente que sería juez de mayor. Tiempo después me saqué la licenciatura en Derecho, aprobé el examen para colegiarme y entré en un enorme bufete, sólo para descubrir que el ejercicio del Derecho no era lo mío, después de todo. Pero aunque nunca me hiciera juez, tuve la buena suerte de que me pagaran por ofrecer opiniones y la fortuna aún mejor de hacerlo en las páginas de un periódico.

Una de las primeras cosas que aprendí en este negocio son las ganas que tienen algunos de manifestar su desprecio hacia él. Cuando estaba en el Herald me decían regularmente que era un periódico que se negaban a leer; desde entonces, muchos más se han asegurado de hacerme saber lo mismo sobre el Globe. Mientras escribo estas palabras, el correo electrónico más reciente de mi bandeja de entrada asegura con furia: "No volveré a utilizar más el New York Times para envolver el pescado (hace que apeste)."

Bueno, la verdad es que despreciar la envoltura del pescado es una venerable tradición norteamericana. El primer periódico publicado en las colonias (Publick Occurrences) apareció en Boston el 25 de septiembre de 1690 y fue rápidamente prohibido por las autoridades, que denunciaron sus "informaciones altamente dudosas e inciertas". Más de un siglo más tarde, Thomas Jefferson afirmó que "el hombre que nunca abre un periódico está mejor informado que el que los lee, ya que quien no sabe nada está más cerca de la verdad que aquel cuya mente está llena de falsedades y errores".

Las legiones de actuales críticos de la prensa no dicen nada que no se haya dicho antes, nada que no hayan escrito los propios periodistas. En 1919, H. L. Mencken describió "el periódico americano medio, incluso de la supuesta mejor clase" como "ignorante (...) injusto y tiránico (...) parcial, hipócrita, falso, engañoso, farisaico, engañoso, fraudulento, dudoso, sin escrúpulos, pérfido, lascivo, y deshonesto". La prensa siempre ha atraído las críticas, y con frecuencia de forma merecida. Pero también ha atraído lectores. Pero ahora, cada vez más, no.

Como la mayoría de los norteamericanos de más de 40 años, crecí en una casa en la que se leía un periódico todos los días. Cuando mi hermano y mi hermana hicieron juntos el reparto de la prensa en los años 70, lo llevaban a prácticamente todas las casas del vecindario. Eso ya no es la norma. El porcentaje de estadounidenses que lee un periódico todos los días se ha desplomado desde el 70% en 1972 al 35% hoy. Entre los adultos más jóvenes (los menores de 30 años) leer la prensa se ha convertido casi en una excentricidad: apenas el 16% lee un periódico a diario. La difusión de periódicos lleva veinte años cayendo. Lo que es peor, el ritmo de caída parece estar acelerándose.

Nadie piensa que esto sea un mero revés temporal. La desaparición de la prensa tradicional es considera algo cada vez más inevitable, incluso como un hecho consumado. "¿Quién mató al periódico?", se preguntó The Economist en una noticia de portada el año pasado. Fíjese en el tiempo verbal.

La respuesta convencional, por supuesto, es que internet es el culpable. Millones de lectores han emigrado a la web, donde las noticias se ofrecen habitualmente de forma gratuita. Como consecuencia, las suscripciones a los periódicos se han evaporado, los anunciantes han salido por piernas y los ingresos de los editores se han hundido.

¿Pero es realmente el ascenso de Internet la causa del éxodo masivo de lectores? Cuando empecé a trabajar en el sector hace veinte años, el descenso en el número de éstos ya estaba en marcha. La difusión ya estaba cayendo. La ausencia del hábito de leer la prensa entre los más jóvenes era ya motivo de preocupación. La crisis puede ser hoy más aguda, pero los síntomas aparecieron antes que la World Wide Web.

Así que si internet no es la causa de las aflicciones de la prensa, ¿cuál es? No creo que sea la pantalla del ordenador, sino la de la televisión.

Los periódicos se han ido diluyendo a causa del ascenso de la televisión, que da preferencia al estímulo sobre la sustancia y a las imágenes a ritmo rápido sobre el pensamiento centrado. Una generación criada al calor de la insensatez televisiva es una generación menos dotada para leer un periódico y, en consecuencia, menos interesada en hacerlo. Siempre me ha parecido una locura que los periódicos dediquen tanto espacio a la pantalla chica, tentando a los lectores a dejar a un lado el periódico y encender el aparato, algo que provoca que muchos no vuelvan.

Pero bueno, en realidad, ¿quién sabe? "Llevo en el negocio de la prensa desde 1964 – dijo la célebre columnista Molly Ivins en la Escuela Kennedy de Gobierno en Harvard el pasado otoño, poco antes de su muerte en enero –, y durante todo ese tiempo me han estado diciendo que es una industria moribunda." ¿Es posible que, a pesar de los pronósticos, las noticias sobre la muerte de la prensa norteamericana hayan sido enormemente exageradas? Pregúnteme de nuevo dentro de veinte años.

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