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Jeff Jacoby

Un momento para llorar, no para politiqueos

No hay nada que justifique permitir que la política se superponga a la tragedia humana. Cada muerte debería ser un recordatorio de que nuestro tiempo en la tierra es limitado, y de que las pasiones del momento no nos ocuparán para siempre.

Paul Helmke no dudó un segundo. Los cadáveres de las víctimas del tiroteo del Virginia Tech no se habían enfriado aún cuando el presidente de la Campaña Brady para la Prevención de la Violencia Armada saltaba a la palestra con una nota de prensa.

"Aún faltan los detalles sobre lo que en este caso motivó al tirador a actuar", reza la declaración de Helmke. "Es bien sabido, sin embargo, lo fácil que es para un individuo obtener armas peligrosas en nuestro país... Hace ya tiempo que deberíamos haber adoptado algunas medidas de sentido común para evitar que tragedias como esta sigan ocurriendo."

Helmke no fue ni de lejos la única parte beligerante en la batalla sobre el control de armas que no pudo esperar para explotar las desagradables noticias del Virginia Tech con fines políticos. La Million Mom March difundió una declaración calificando a la masacre perpetrada pore Seung-Hui Cho como "un comentario desgarrador sobre los valores norteamericanos". Un editorial del New York Times insistía en que "lo que se necesita, con urgencia, son controles más firmes de las armas letales que provocan carnicerías tan gratuitas y pérdidas tan insuperables". En el Daily News, el columnista Michael Daly dijo con desprecio: "¿Aún te gustan esas armas, Virginia? ¿Piensas de forma distinta ahora que la sangre es la sangre de tantos de tus jóvenes más prometedores?"

En el otro extremo del debate de las armas, la Fundación para la Segunda Enmienda se lamentó piadosamente de que en lugar de responder a las muertes de Virginia con "profunda reflexión", sus detractores estuvieran "bailando sobre la tumba de las víctimas del crimen de cara a impulsar su programa político". Sin duda es algo que la fundación, que se aseguró de poner las palabras "bailar sobre la tumba" en el título de su declaración, jamás haría.

Mientras tanto, pocas horas después horas de la masacre, ABC News publicaba una encuesta online en su página web, lo mejor que puede hacerse para convertir una horrible atrocidad en un beneficio político instantáneo: "¿Cree usted que este incidente es motivo para aprobar una legislación de control de armas más estricta?"

No fueron únicamente los partidarios pro- y anti-armas los que se lanzaron a hacer leña política del baño de sangre del Virginia Tech. No había pasado una hora desde la segunda ronda de disparos cuando el blogger de Daily Kos L C Johnson estaba haciendo notar con aires de suficiencia que "esto nos da una idea de cómo es vivir solamente un día en Irak". Una diatriba antiamericana en la trotskista Web Socialista Mundial culpaba de la matanza a una cultura en la que "la lección impartida por la elite en el poder está clara: a la hora de lograr los objetivos de cada uno, cualquier clase de falta de escrúpulos es legítima". La blogger republicana Mary Katharine estaba alarmada de que los principales candidatos presidenciales del Partido Republicano no colocaran mensajes de condolencia en un lugar prominente de sus páginas web, mientras que las de los demócratas sí los tenían.

Qué asco. Hay un momento para todo, y el inmediatamente posterior a un horrendo asesinato múltiple es un momento de lágrimas y silencio y oración, no para explotar la muerte con el fin de impulsar un programa político.

Por supuesto, los programas políticos importan; el autogobierno democrático sería imposible sin ellos. El reciente dictamen del Tribunal Supremo sobre el aborto fue una manera de recordar que cuando se saca a la fuerza del debate político un tema muy conflictivo, los resultados pueden ser preocupantes e incendiarios. En 1973, el caso Roe vs. Wade privó a los votantes y los congresistas del derecho a legislar una política abortiva según su conveniencia, proclamando en su lugar un "derecho constitucional a elegir" completamente infranqueable. Pero lejos de zanjar el tema, Roe convirtió la interrupción del embarazo en uno de los temas que más dividen a los estadounidenses. Es una ilustración clásica del disparate que supone intentar suprimir la energía política.

Pero no hay nada que justifique permitir que la política se superponga a la tragedia humana. Cada muerte debería ser un recordatorio de que nuestro tiempo en la tierra es limitado, y de que las pasiones del momento no nos ocuparán para siempre. La primera reacción a un horror como el de Virginia Tech no debería ser pensar que aprovecharlo para ventaja partidista, sino recordar que cada día puede ser el último, y ajustar las prioridades en consecuencia.

El 4 de abril de 1968, Robert F. Kennedy se encontraba camino de un acto de campaña en Indianapolis cuando supo que Martin Luther King había sido asesinado en Memphis. Dando la noticia a una audiencia negra en su mayoría, el habitualmente hiper-partidista Kennedy tuvo el buen gusto y el buen juicio de elevarse por encima de la política.

"Pueden llenarse de amargura, y de odio, y de deseo de venganza", dijo a su audiencia. Pero "lo que necesitamos en los Estados Unidos no es odio... sino amor y equilibrio y compasión hacia el otro". De memoria, citó a Esquilo, que hace 25 siglos escribió sobre la sabiduría que el dolor y la desesperación pueden traer al mundo. Y Kennedy terminó con un llamamiento tan relevante y conmovedor hoy como lo fue en 1968:

"Dediquémonos a lo que los griegos nos dijeron en sus escritos hace tantos años: domesticar el salvajismo del hombre y hacer más amable la vida de este mundo. Dediquémonos a eso y recemos por nuestro país y por nuestro pueblo."

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