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Jeff Jacoby

Una ovación para Obama

Más de 60 demócratas recibieron el apoyo de la Asociación Nacional del Rifle en las elecciones legislativas de 2006. Tal vez no sea por casualidad que fuera entonces cuando su partido se hizo con el control del Congreso.

En lo que respecta al control de armas, el Partido Demócrata es una formación dividida. Eso explica las posturas absurdamente inconsistentes de Barack Obama a propósito de la sentencia del caso Columbia contra Heller, la histórica sentencia del Supremo dictada a propósito de la Segunda Enmienda.

Como candidato a la cámara legislativa de Illinois en los años 90, Obama había apoyado una ley para prohibir "la fabricación, venta y tenencia de armas de fuego," de manera que no resultó sorprendente que durante la campaña de las primarias apoyara la prohibición de la tenencia de armas de solicitada en Heller. Por ejemplo, en noviembre pasado, fuentes de su campaña explicaban al Chicago Tribune que "Obama cree que la ley de armas ligeras del Distrito de Columbia es constitucional". En febrero, cuando durante un foro televisivo un participante le pregunto si "Usted apoya la prohibición de armas ligeras en el Distrito de Columbia," Obama respondió tajante: "Correcto."

Sin embargo, hacia el mes de marzo su portavoz había dejado de afirmar con claridad si Obama consideraba constitucional la prohibición de armas. Cuando en el mes de abril se lo preguntaron durante un debate, el senador se negó a dar una respuesta clara con el argumento de que "obviamente no he revisado los informes y examinado todas las pruebas". Aún así, cuando hace unas semanas el tribunal dictó sentencia por 5 votos contra 4, Obama dijo que sus opiniones se habían visto ratificadas. "Yo siempre he creído," comenzaba su declaración, "que la Segunda Enmienda protege el derecho de los ciudadanos a llevar armas." Por otra parte, la agencia Associated Press informó de que "al ser preguntada si el candidato estaba o no de acuerdo con el tribunal, la campaña de Obama no respondió directamente...".

No estamos ante la coreografía política acostumbrada en la que los candidatos presidenciales demócratas bailan al son de la izquierda durante las primarias y después saltan al centro con vistas a las generales. (Los Republicanos giran en el sentido contrario.) Las armas son un tema particularmente espinoso para los demócratas, durante mucho tiempo el partido del control, cuya nutrida ala izquierda detesta las armas de fuego y mira por encima del hombro a "los garrulos armados" que las disfrutan. Normalmente los demócratas progresistas han considerado la Segunda Enmienda un anacronismo constitucional vergonzante, y no una garantía de libertad esencial. Una repugnancia similar manifiestan hacia la Asociación Nacional del Rifle. Y están seguros de que más armas en manos privadas solamente pueden conllevar más muertes y crímenes violentos.

El problema de los demócratas es que tales posturas les alejan bastante de la opinión americana mayoritaria. El número de armas privadas en los EE.UU. podría llegara a los 283 millones. Casi la mitad de los hogares norteamericanos posee al menos una. Antes incluso del veredicto del Supremo, una gran mayoría de americanos (el 73% según Gallup) pensaba que la Segunda Enmienda garantiza el derecho de los ciudadanos a tener armas a título personal. Casi 7 de cada 10 se oponen a ilegalizar la tenencia de armas.

Teniendo en cuenta la extendida opinión favorable a las armas, un partido político que se dedique a demonizarlas a ellas o sus propietarios puede contar con la animadversión de muchos votantes. En 1994, en el transcurso de los meses que siguieron a la puesta en vigor de una prohibición de armas de asalto, los demócratas perdieron sus mayorías en ambas cámaras del Congreso, algo que tardaron más de una década en recuperar. Su "incapacidad para ganar elecciones de forma consistente en lugares donde el número de armerías supera al de Starbucks," escribió el respetado analista político Charlie Cook en el National Journal durante su largo exilio, "es una razón principal de que el partido no controle ni la Cámara de Representantes ni el Senado."

Algunos demócratas han puesto los medios para sanear su imagen de militantes del partido de los que odian las armas. Durante su campaña presidencial de 2004, el senador John F. Kerry hizo gala de sus ropas de caza y de su escopeta durante una jornada pública de la caza del pato en el sur de Ohio. Cuando el senador por Nebraska Ben Nelson y el gobernador de Montana Brian Schweitzer se presentaron a la reelección dos años más tarde, sus anuncios de televisión los mostraban usando armas. (A Schweitzer, cazador aficionado, le gusta decir que tiene "más armas de las que necesito, pero no tantas como quiero".) Más de 60 demócratas recibieron el apoyo de la Asociación Nacional del Rifle en las elecciones legislativas de 2006. Tal vez no sea por casualidad que fuera entonces cuando su partido se hizo con el control del Congreso.

Aún así, para muchos demócratas progres la animadversión contra las armas es un acto reflejo. A los Senadores Ted Kennedy y Dianne Feinstein les ha faltado tiempo para deplorar el dictamen del tribunal en el caso Heller. El alcalde de Chicago, Richard Daley, denunciaba el dictamen como algo "muy siniestro." A lo largo de los años, tales posturas han sido una bendición para los republicanos, ayudándoles a retratar a los demócratas como distantes elitistas que odian lo que les gusta a millones de americanos. Las declaraciones de John McCain elogiando el veredicto aludieron frontalmente "los infames comentarios de Obama de que los americanos de clase media "se aferran a las armas o la religión" cuando "están resentidos".

Resulta irónico que el impacto de la sentencia pueda privar al Partido Republicano de una valiosa arma política. Al poner fin al debate sobre si la Segunda Enmienda garantiza el derecho individual a tener armas, los jueces han allanado el camino a que los que las poseen para que voten demócrata. McCain celebraba el veredicto del tribunal, pero Obama podría ser el gran ganador.

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