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Joan Valls

Es marxismo, collons

Muchos creyeron que habían dejado de ser de izquierdas e incluso lo confesaron, pero eso sólo parece haber sido en las formas, y más como reacción vanidosa a la caída del Muro en sus testas y a la cursilería nauseabunda del socialismo doméstico.

Bastó con que los protagonistas fueran unos grandísimos hijos de acaudalados para que el marxista que la mayoría de los comunicadores (ya no hay periodistas) lleva dentro surgiera vociferante de las entrañas, como alarmado él. Hasta el momento, sólo la gentuza de las borriko tabernas y los ultras relacionados con el fútbol habían protagonizado altercados masivos y se los contextualizaba, con una curiosa tautología, en el carácter violento que define a estos grupos. Pero cuando los destrozos y heridos los ha provocado una turba de pijos, el disimulado paradigma marxista de los profesionales de la comunicación ha sufrido un golpe tremendo y, claro, no lo han podido ocultar. ¡Clase social, alienación, interpelación! Un poco más y nos sacan en las tertulias a un ventrílocuo con un Althusser de trapo.

¿Cómo es posible que jóvenes de buena familia hayan llegado a esto?, se preguntaban alarmados los DJs marxistas. Pues porque son españoles, españolísimos. No podían analizarlo desde la perspectiva de los valores de los jóvenes, independientemente del nivel de ingresos de sus hogares, porque eso sería asumir que lo hemos hecho tan mal como, al menos, los niñatos que se cachondeaban de la policía. Como muestra poco científica de este espíritu social, puedo decir que la semana pasada publiqué un artículo (no voy a ser tan hipócrita de pedir disculpas por la autocita) sobre la necesidad de reformar la ley del Mayor y me pusieron a caer de un pony en los comentarios, así como en conversaciones familiares. Y hace unas semanas escribí otro (aquí voy a ser menos hipócrita todavía) que provocó algo más que discusiones acaloradas entre amigos y conocidillos, hasta el punto de convertirme en una piñata ambulante, y yo que me sentí Mariano por una tarde. En cualquier caso, tema muy sensible el de los adolescentes y jóvenes, porque nos sitúa frente a un espejo que nos incomoda.

Y es que muchos creyeron que habían dejado de ser de izquierdas e incluso lo confesaron, pero eso sólo parece haber sido en las formas, y más como reacción vanidosa a la caída del Muro en sus testas y a la cursilería nauseabunda del socialismo doméstico. Lo bueno de esta crisis es que, una vez se derrumbe todo, asumiremos que no era económica, sino sobre todo de valores, los propios de una sociedad inviable y regada de billetes desde unos cuantos helicópteros. El pepesoe, que es un leviatán más calculador que nosotros aunque nos cueste creerlo, lo sabe y por eso acelera el proceso de canibalismo, al tiempo que tematiza con los adolescentes con la esperanza de que los adultos nos sacudamos la responsabilidad de esta ruina llamada España. Presiente nuestro leviatán que, cuando el telón, el escenario y el edificio entero caigan, nos vamos a quedar solos ante nuestra desnudez, sin antídotos ni tamiflús que valgan y, para entonces, mejor estar lejos, que ya vendrá un Lepénez a ofrecer orden y reconstrucción.

Es marxismo, collons.

Adenda: Felicito a Libertad Digital por su apuesta radiofónica, desarrollada en un tiempo de récord. El nuevo medio está plagado de grandes profesionales de la comunicación, de entre los que destaca, en mi opinión, Isabel González, una fuera de serie cuya trayectoria habrá que seguir muy de cerca, siempre y cuando, por supuesto, reniegue de sus colores atléticos. Y qué decir de mi admirado Asís Tímermans... gran fichaje de Luis del Pino, vive Dios.

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