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Joaquín Galván Fradejas

Violencia y psiquiatría

Según se ha repetido de forma continuada, se trataría de un individuo narcisista que puede sea una de sus características, pero que, a mi juicio, tampoco aclara nada pues por mucho que Narciso se mire en el estanque, no por eso se convierte en homicida.

Si algo nos ha conmocionado a todos últimamente, no ha sido otra cosa que la barbaridad cometida por el asesino que días pasados mató en Oslo a cerca de un centenar de personas.

Semejante bestialidad escapa de lo humanamente comprensible hasta el punto de preguntarnos si es posible que una mente equilibrada pueda llegar a cometer tal estupidez o si por el contrario es preciso estar enajenado para ello.

Una afirmación debemos hacer en primer lugar: los enfermos mentales no son en sí violentos aunque pueda, quizá de forma delirante, en algún momento ser agresivos secundariamente a una alucinación o a algún delirio, como sería oír una voz divina que le ordena debe realizar un acto de este estilo y él, obediente a lo que se le ordena, la realiza, o, si acaso tiene la creencia delirante de que su acción liberará al mundo de un grave peligro. No parece ser este el problema que nos ocupa por las noticias que nos llegan y la interpretación que nos hacen (tampoco tenemos otras fuentes de información) difiere de lo hasta aquí considerado.

Según se ha repetido de forma continuada, se trataría de un individuo narcisista que puede sea una de sus características, pero que, a mi juicio, tampoco aclara nada pues por mucho que Narciso se mire en el estanque, no por eso se convierte en homicida.

Se ha hablado de la frialdad con que mataba a sus víctimas, de la falta de emotividad que han observado en él cuando se ha referido a su acción, lo cual nos lleva a pensar en un trastorno del comportamiento y/o de la personalidad como sería lo que anteriormente denominábamos personalidades psicopáticas que se caracterizan por una intolerancia a estímulos que les son particularmente desagradables, con respuestas desproporcionadas a la motivación que las originan, con actos en cortocircuito y cuya trascendencia no va más allá que del momento presente pero que les hace racionalizar todos sus actos. Si a ello le añadimos unas ideas hipervaloradas de los peligros que está corriendo Europa, en una persona narcisista (ahora sí, su alta valoración de sí mismo le lleva a tener que ser el que logre erradicar el peligro a que está abocada la sociedad).

Quizá sea esta la triste explicación del drama que estos días le ha tocado vivir a los noruegos.

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