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John Stossel

Cruzada contra los beneficios

¿De qué os quejáis? ¿Qué pensáis que hacemos con nuestros beneficios? ¿Comprar coches y casas de lujo? Bueno, en realidad lo hacemos, pero casi todo el dinero se destina a buscar más crudo y seguir las normas medioambientales que queréis que sigamos

En una reciente conferencia de prensa, el senador John Kerry mostró su desagrado al gruñir: "Las compañías petroleras estadounidenses están obteniendo unos beneficios récord. Beneficios récord". ¿En qué momento "beneficios" se convirtió en una palabra desagradable? Me encantaría que los ejecutivos del petróleo dieran la cara ante los medios. Podrían decir algo como:

¿De qué os quejáis? ¿Qué pensáis que hacemos con nuestros beneficios? ¿Comprar coches y casas de lujo? Bueno, en realidad lo hacemos, pero casi todo el dinero se destina a buscar más crudo y seguir las normas medioambientales que vosotros queréis que sigamos, así que deberíais desear que obtuviésemos más beneficios. De todos modos, sacamos menos dinero por cada galón de lo que se lleva vuestro querido Gobierno en impuestos.

Pero las empresas petroleras nunca replican a los periodistas. Supongo que no se les puede culpar, teniendo en cuenta la hostilidad de unos medios de comunicación económicamente ignorantes. Este mes, sin ir más lejos, las principales televisiones afirmaron que los precios de la gasolina habían alcanzado "un nuevo récord”:

  • "Llenar el depósito es ahora más caro que nunca". Julie Chen, de la CBS.
  • "Un máximo histórico". Brian Williams, NBC.
  • "Otro máximo histórico". Charlie Gibson, ABC.
  • "Han llegado a un récord de, entérense (ruido de máquina registradora), 3,18 dólares el galón". Jon Scott, Fox.

No, Jon, entérate: no es un máximo histórico. Sólo lo parece si no ajustas a la inflación. Y no hacerlo es simplemente una estupidez. Es como asegurar que Hora punta 2 desbancó en taquilla a Lo que el viento se llevó. Los medios deberían dar los precios en dólares reales, pero cuando se excitan, no lo hacen. Como reconoce la Agencia de Información Energética de los Estados Unidos (EIA), una vez que se ajusta a la inflación, resulta que la gasolina costaba más hace veinticinco años, en 1981. Cuando el precio de 1981 se convierte a los precios de 2007 (no los precios de 2006, como originalmente se usaba en la página web de la EIA), el precio promedio de la semana pasada de 3,22 dólares se encontraba siete céntimos por debajo del récord de 3,29 dólares que, dicho sea de paso, es una media mensual.

Pero aunque los precios de la gasolina no marcan ningún máximo histórico, el Congreso sí parece haber superado todos los límites de necedad. ¿Qué otra cosa se puede decir de una ley "anti-especulación" aprobada por la Cámara el mes pasado que convertirá en un delito poner precios "desmesuradamente excesivos", "aprovecharse de una ventaja injusta en condiciones inusuales del mercado" y "elevar irracionalmente los precios" durante una situación de emergencia?

Por favor. Los abogados se harán ricos debatiendo términos tan vagos como esos. Se supone que las leyes han de ser claras de modo que sepamos con antelación qué es legal y qué no. Pero no hay nada claro en estos "delitos". Eso no es una ley, es una pose legislativa. Considerando los perversos incentivos de la política electoralista, me sorprende que sólo obtuviera 284 votos.

El Congreso debería saber qué está haciendo. Tras el huracán Katrina, obligó a la Comisión Federal de Comercio a investigar la especulación, de modo que la comisión estudió los repuntes en los precios años atrás. Pero no encontró "ningún caso de manipulación ilegal". Si los políticos imponen leyes "anti-especulación", económicamente será comparable a imponer precios máximos, y eso lo intentamos antes. Fue un desastre. Los conductores tenían que esperar largas colas y algunos no podían comprar gasolina. Sólo cuando se levantaron los controles de precios aumentó la oferta, y sólo entonces los precios volvieron a bajar. ¿Que los mercados no funcionan? Eso es un mito.

¿Por qué han subido los precios en las últimas semanas? Por la simple ley de la oferta y la demanda. La demanda ha subido un 3% mientras que la oferta sólo ha crecido un 1%. Y pese a todo, la gasolina aún es una ganga. Piense en lo que cuesta llevarla hasta nosotros: las perforaciones tienen que reconocer y excavar caminos laterales a través de hasta siete millas de tierra. Lo que encuentran tiene que ser distribuido a través de largas tuberías o transportado en buques monstruosamente caros, para después refinarlo de tres formas distintas, desplazado en camiones que cuestan más de 100.000 dólares cada uno y repartido a las gasolineras equipadas con un montón de caros sistemas que permiten cerciorarse de que no volamos por los aires al repostar. E incluso después de todo eso, cada kilogramo de gasolina sigue siendo más barato que el agua embotellada que venden las mismas gasolineras.

No parece haber una palabra más desagradable en inglés que "especulación". Pero ya hemos sufrido suficientes veces  los controles de precios como para saber que lo único que consiguen es provocar escasez. ¿Quién se beneficia de eso, aparte de los políticos?

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