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John Stossel

Los peligros de las regulaciones de seguridad

Un estudio concluía que la ley que exigía cierres de seguridad infantil en muchos medicamentos había provocado la muerte de 3.000 niños envenenados por aspirina como consecuencia de esa regulación tan bien intencionada.

En cuanto alguien sale herido en un accidente, la gente suele reaccionar diciendo: "¡Tendría que haber una ley!". Los políticos se apresuran en complacerles para después echarse flores por todas las vidas que han salvado. ¿No deberían entonces aceptar también la responsabilidad por las vidas perdidas a causa de esas leyes?

¿Vidas perdidas? Sí. Un estudio conjunto de la Brookings Institution y el American Enterprise Institute concluye que las regulaciones gubernamentales que se supone que salvan vidas en realidad acaban matando a más gente. ¿Por qué? Porque las normas de seguridad casi siempre tienen malas consecuencias no intencionadas.

Durante años he montado en mi bicicleta sin casco para ir a trabajar, lo que puede parecer especialmente estúpido, dado que las oficinas del programa 20/20 se encuentran en Nueva York. Este año he empezado a llevar uno. No he sido obligado. Al contrario de lo que sucede en otros lugares, Nueva York no tiene una norma que exija a los adultos llevarlo. Pero mis amigos me convencieron y reconozco que me quedé sorprendido en cuanto lo probé. Los cascos de hoy son mejores; hasta  diría que son cómodos. Ahora me siento más seguro, pero no está del todo claro que de verdad circule más seguro.

Ian Walker, un investigador del comportamiento humano de la Universidad de Bath, en Inglaterra, puso un sensor y una cámara a su bicicleta y durante millas pedaleó con y sin casco. Sus datos demuestran que, cuando llevaba el casco, un 23% más de coches se quedaron a menos de un metro de él. "Los conductores parecen pensar: 'éste sabe lo que se hace'. Cuando ven un ciclista con todo el equipamiento, lo toman como una señal de que es alguien con experiencia y habilidad", deduce Walker.

Montar en bicicleta es obviamente menos seguro si los coches pasan más cerca. Walker afirma que existe otra consecuencia no intencionada de las leyes del casco. "En zonas de Australia, Canadá y Nueva Zelanda es obligatorio llevar casco al montar en bicicleta. La cifra de heridas en la cabeza entre los ciclistas de esos países se ha desplomado". ¿Eso es bueno, no? "Sin embargo, la cifra de ciclistas está cayendo exactamente al mismo ritmo". Eso no es bueno, asumiendo que no hagan otro ejercicio.

"Aquellos que dejan de ir en bicicleta, no están haciendo ejercicio", dice Walker. "Ser sedentario es increíblemente peligroso. Te hace más propenso a sufrir ataques cardiacos y derrames cerebrales, ambos asesinos demostrados que matan a miles de personas. De modo que, cuando se hace del casco una obligación, con la mejor de las intenciones, realmente se puede estar matando a más gente".

Y he aquí otra consecuencia no intencionada: ahora que llevo casco, me siento más seguro, de modo que circulo entre el tráfico con mayor frecuencia. Los economistas llaman a esto el efecto Peltzman: las personas ajustan su comportamiento en modos que mitigarán los efectos esperados de las normas de seguridad. Puede que circulara más seguro si desechase el casco y en su lugar me pusiera una peluca de mujer. Walker descubrió que los conductores le dejaban más espacio cuando llevaba peluca y pensaban que era una mujer. Yo lo intenté. Fue muy embarazoso, y la verdad es que no sabría decir si los coches se me acercaban más o no.

Conservaré mi casco, pero la idea es que las consecuencias no intencionadas de leyes bien intencionadas son algo habitual.

En 1972, la FDA aprobó una ley que exigía cierres de seguridad infantil en muchas medicinas. Se suponía que eso impediría que los niños se envenenaran con fármacos como la aspirina. Pero hay un inesperado efecto colateral. Dado que de los cierres de seguridad son difíciles de quitar, algunos, sobre todo personas mayores, los dejan abiertos. Además, algunos padres, al sentirse más seguros a causa del cierre, las dejan donde los niños pueden alcanzarlas. Un estudio de este efecto concluía que habían muerto 3.000 niños envenenados por aspirina de más como consecuencia de esa regulación tan bien intencionada.

Sin ir más lejos, puede que yo sea la causa del asma de mi hija por mis intentos de protegerla. Cuando era un bebé, como la mayor parte de los padres, hice un esfuerzo adicional por mantener limpia la casa. Pero ahora existen investigaciones que sugieren que tanto los niños expuestos a más endotoxinas –polvo moderado, bacterias, polen– como los que van a guarderías, tienen cachorros o viven en granjas son menos dados a desarrollar asma o alergias.

Una casa estéril, cierres de seguridad, normas que obliguen a llevar casco cuando se circula en bicicleta... todo tiene buenas intenciones, pero nadie puede saber de antemano cuáles serán las consecuencias en la vida real. Aún así, todos los años, el registro federal necesita miles de páginas para enumerar todas las normas que restringen nuestra libertad y que los burócratas aprueban con la excusa de protegernos.

Los políticos deberían ser menos engreídos cuando dicen: "¡Mira, lo he solucionado! Aprobé una ley."

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