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Jonathan S. Tobin

Los palestinos vuelven a hacerse las víctimas

Están desempolvando el viejo manual de la intifada e intentan hacerse las víctimas en vez de acabar con esta crisis o de negociar la paz.

Están desempolvando el viejo manual de la intifada e intentan hacerse las víctimas en vez de acabar con esta crisis o de negociar la paz.

Después de mas de una semana de búsqueda de los tres adolescentes israelíes secuestrados por terroristas de Hamás, los palestinos han ido más allá de burlarse de los chicos y de sus familias en los medios sociales con su mofa de saludo mostrando tres dedos; ahora tratan de valerse de la operación de búsqueda de las Fuerzas de Defensa de Israel como excusa para volver las tornas contra el Estado judío.

Dado que ni Hamás ni sus socios de Fatah en el Gobierno palestino han entregado a los muchachos ni a sus captores (pese a las promesas del líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, de que sus servicios de seguridad están ayudando en la caza), estos partidos políticos están iniciando lo que, a todos los efectos, es una tercera intifada, al enviar a sus propios niños y jóvenes a las calles para resistirse a los miembros del Ejército que realizan la búsqueda, provocando enfrentamientos que, inevitablemente conducen a la violencia y generan víctimas. Al haber proporcionado a los medios internacionales una nueva tanda de agravios, los palestinos afirman ahora que quienes aplaudieron el secuestro y quienes están ahora obstaculizando las legitimas operaciones de rescate de los chicos son las verdaderas víctimas. La única duda es cuánto tardarán Naciones Unidas y el resto de la comunidad internacional en rumiar unas resoluciones de condena a los israelíes por no dejar piedra sin remover en su intento de encontrar a los muchachos, así como por tener la osadía de resistirse al terrorismo.

Si hacemos caso de representantes palestinos como Riyad al Maliki, ministro de Exteriores de la AP, el secuestro es o una trampa israelí o un acto cometido por criminales judíos y no por terroristas. Esta variante de los mitos defendidos por quienes rechazan la versión oficial de los atentados del 11-S es una mezcla de argumentos antisemitas tradicionales y desinformación moderna. Pero como sucede con Hanán Ashrawi, miembro de la OLP, y con su jefe Abás, la verdadera queja de Al Maliki es que centrarse en el sufrimiento de unos judíos a manos de terroristas palestinos contribuye a "convertir a los israelíes de agresores en víctimas". En eso lleva razón.

Pese a que, habitualmente, los israelíes son presentados por los medios internacionales como los matones de Oriente Medio, el secuestro y los últimos ataques con cohetes contra el sur de Israel desde la Gaza gobernada por Hamás (que, en todo menos en el nombre, es un Estado palestino independiente que recuerda a los israelíes lo que les pasaría si se retiraran de la Margen Occidental) destacan el hecho de que es Israel el que sigue bajo asedio de sus hostiles vecinos árabes, y no Gaza ni la Margen Occidental.

Si hay un intento deliberado de manipular a la opinión pública, ése es el de los palestinos al tratar de convertir una legítima operación de búsqueda de los chicos en una serie de desafortunados incidentes violentos. Lo que está ocurriendo es algo parecido a lo ocurrido en intifadas anteriores, en las que unos cínicos líderes palestinos sacrificaban a sus niños en aras del odio a Israel a fin de producir víctimas para los medios internacionales y así contribuir a la campaña de deslegitimación del derecho de Israel a defenderse.

Si los palestinos no quieren que tropas israelíes registren sus pueblos, ciudades y campos en busca de víctimas del terrorismo, tienen una solución muy sencilla a ese problema. Pueden exigir que Hamás entregue a los terroristas y haga que los chicos aparezcan. Y, aún más concretamente, si no quieren que prosiga el actual punto muerto diplomático, que ha dejado a la Autoridad Palestina de Abás con el control de la mayor parte de zonas palestinas, pero con Israel conservando el derecho a velar por su seguridad en la Margen Occidental, pueden regresar a la mesa de negociaciones y aceptar, al fin, una oferta de paz que, a cambio de que reconocieran que Israel es el Estado nacional del pueblo judío y de un fin permanente al conflicto, les haría obtener la soberanía de la mayor parte del territorio que reclaman como suyo.

Pero dado que los palestinos siguen sin estar interesados en cualquiera de esas racionales opciones, o en ser dirigidos por gente más interesada en desarrollar su economía y en respetar los derechos humanos que en proseguir con el secular e inútil intento de destruir a Israel, continúan enrocados en sus tácticas favoritas del pasado. Por eso están desempolvando el viejo manual de la intifada e intentan hacerse las víctimas en vez de acabar con esta crisis o de negociar la paz. Aunque buena parte de la comunidad internacional probablemente caiga en esta trampa, no deberían esperar que el pueblo israelí sea tan simple. Tras más de veinte años de infructuosos intentos de lograr que los palestinos acepten un sí como respuesta, el Estado judío está decidido a defenderse. Quienes atacan a sus hijos y se burlan de ellos no son las víctimas de esta historia.

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