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Jorge Alcalde

2012, el mejor (sí, el mejor) año de la historia

Nunca antes ha habido tanto progreso científico, tanta libertad de mercado y tanta democracia como en 2012.

No es esta una columna provocadora. A estas alturas, decir que 2012 es un buen año es de juzgado de guardia. Pero es que los datos dicen que así ha sido. Y los datos son inmisericordes con la realidad de quienes sufren y sufrirán (sufriremos) la peor de las crisis que este país recuerda.

Los indicadores de desarrollo global están en 2012 en verde chillón. Lean:

En 1990, las Naciones Unidas lanzaron el programa Objetivos del Milenio para, entre otras cosas, reducir a la mitad el número de habitantes del planeta bajo el umbral de la pobreza para 2015. Ahora sabemos que el objetivo se logró en 2008, sin merecer grandes titulares. Eso sugiere que probablemente nos encontremos en el momento de la historia de la humanidad con menores índices globales de pobreza.

También es probable que estemos a punto de alcanzar el récord mundial de disponibilidad de recursos energéticos. A pesar de las constantes amenazas sobre el fin de las reservas (especialmente petrolíferas), la ciencia y la tecnología se las han ingeniado para hallar nuevas vías de suministro antes impensables. El advenimiento del fracking (fractura hidráulica) se ha convertido en una de las noticias científicas del año: un nuevo método para mejorar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. Como no podía ser de otro modo, las organizaciones ecologistas se han opuesto a la aplicación generalizada de esta tecnología, pero, querámoslo o no, supone un paso único para el aumento de las reservas de energía fósil disponible hasta niveles no vistos en la historia de la humanidad.

Ni que decir tiene que la población mundial nunca ha estado tan sana como este año. Por primera vez, la esperanza media de vida al nacer de un africano ha superado los 55 años, y las personas aquejadas de malaria son hoy una quinta parte de lo que sumaban en 2000.

Estamos más cerca que nunca de hallar una vacuna contra el SIDA, y avanzamos en la definitiva erradicación mundial de la polio.

Según el Instituto de Estudios para la Paz de Oslo, este año han muerto menos personas en guerras que en ningún otro año en el último siglo. Lo que es lo mismo que decir que es el año con menos víctimas bélicas de la historia.

Por supuesto ninguno de estos datos les importan (nos importan) a los acomodados ciudadanos del Occidente fértil. Para nosotros, 2012 ha sido el año de la peor crisis, que pone en peligro las bases de un hipertrofiado Estado de Bienestar y nos condena a vivir menos cómodamente que nuestros padres. Obligados a luchar en el día a día de nuestras necesidades laborales, nos olvidamos de que para la mayor parte de la humanidad la vida sigue mejorando. Y lo hace gracias a que nunca antes ha habido tanto progreso científico, tanta libertad de mercado y tanta democracia como en 2012.

Es cierto que quedan muchas sombras en la fotografía de nuestro devenir. Demasiadas cortapisas al progreso, demasiadas ataduras al desarrollo y demasiados tiranos. Pero nadie puede dudar de que mientras el llamado oeste del planeta se lame las heridas de la crisis, la imparable carrera de la razón y la libertar está arrancando más y más almas de las garras de la pobreza, la ignorancia y la enfermedad.

El que viene va a ser un año duro, nos dicen nuestros gobernantes. Sí, lo será para nosotros. Para usted y para mí, condenados a seguir remando en un país de políticos cortoplacistas, sectas territoriales, recortes a la investigación y soflamas pseudocientíficas. Pero para más de dos tercios de la humanidad 2013 puede ser un año con más alimentos transgénicos que dar de comer a los hijos, más tecnología antiparasitaria para combatir enfermedades, más ordenadores portátiles en escuelas aisladas del mundo, más mujeres alfabetizadas, algún que otro dictador caribeño menos y mucha más ciencia... Sí, esa ciencia que huye como una hemorragia del panorama que los políticos patrios han pergeñado para España.

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