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Jorge Valín

A más ayudas más pobreza

Lo que pretende ZP es expropiar el dinero de amas de casa, padres de familia, autónomos, comerciantes…, es decir, de gente como usted, para dárselo a un dictador africano o sudamericano

Zapatero dijo en la última Asamblea General de la ONU que “en ese combate el gobierno y el pueblo español quieren batirse en primera línea” refiriéndose a “la lucha contra el hambre”.
 
ZP usa el lenguaje de los soberanos absolutos representando sus gustos e intenciones como si fueran las de toda España, y es que el uso falaz de palabras como "nación", "sociedad" o “pueblo” han sido la excusa para el lavado de cerebro estatal y la creación de un estado omnipotente y económicamente despótico.
 
Los países no tienen personalidad propia, ni deseos, ni los guía ninguna moral sobrenatural. Los países los componen personas, y sólo estas son las legítimas para elegir qué hacer con su dinero. Cuando alguien usa grandes palabras para alcanzar grandes fines con nuestro dinero sacado por la fuerza, no es más que un ladrón. Pero aún renegando de este principio ético podemos ver como esta expropiación por parte del estado tampoco conseguirá su fin.
 
Economistas clásicos como Thomas Malthus o David Ricardo (entre los más conocidos popularmente) atacaron un decreto llamado la “ley de pobres” que pretendía hacer una redistribución de la riqueza. “La ley de pobres —decía Ricardo— ha vuelto superflua la previsión y la moderación… Diciendo a los pobres que renuncien al esfuerzo e independencia sólo conseguiremos incrementar la pobreza” y “ningún proyecto de reforma de la ley de pobres merece la más mínima consideración si su objetivo último no es su abolición”. Las ayudas del estado incentivan la ociosidad y el parasitismo. Regalar el dinero de otros no puede ayudar a nadie.
 
Hemos de tener en cuenta que no se suben los impuestos en España para transferirlos a África. Lo que pretende ZP es expropiar el dinero de amas de casa, padres de familia, autónomos, comerciantes…, es decir, de gente como usted, para dárselo a un dictador africano o sudamericano. Y esa es la realidad.
 
Ni un 0,4; 0,7 ni un 50% del PNB pueden ayudar a los pobres del mundo. La única salvación de los países pobres es librarse de los gobiernos tiránicos que tienen e implementar un sistema de libre comercio total (y lo mismo nos podemos aplicar). Aquí van unos cuantos ejemplos del Banco Mundial (que no destaca por su liberalismo precisamente):
 
Un empresario que quiera montar su primera empresa en Zambia ha de pagar en licencias un 1.600% del ingreso per cápita del país y esperar 165 días para obtenerlas. No es de extrañar que casi el 50% de la economía esté sumergida.
 
Una empresa en Sierra Leona ha de pagar un 164% de sus actividades económicas brutas. Evidentemente, casi todas las empresas están también en la economía sumergida.
 
En Siria, para comenzar un nuevo negocio, el estado exige una aportación inicial de como mínimo 61.000 dólares en capital.
 
En el Chad un nuevo empresario ha de depositar en el banco, para iniciar una empresa, más de 1.700 dólares cuando el ingreso per cápita es de 260. Es como si en España usted necesitara depositar en el banco 120.000 euros (más de 20 millones de las antiguas pesetas) para arrancar su negocio. Ya se puede imaginar usted como va la corrupción en el Chad.
 
En cambio, Ruanda, que desde el 2001 ha empezado a hacer tímidas reformas, ha alcanzado un crecimiento económico promedio de 3,6% anual. De los más altos de África.
 
En resumen, las ayudas a punta de pistola que pretenden los gobiernos y organizaciones supranacionales no enriquecerán a los países subdesarrollados, sino a los dirigentes despóticos que los gobiernan. Gracias a las ayudas, Mobutu Sese Seko, antiguo dictador del Congo, tenía una fortuna personal en Suiza de aproximadamente seis mil millones de euros (mayor que la deuda desupaís). La lucha contra el hambre y la pobreza se ha vuelto hoy día la lucha contra las personas y su propiedad. Y quien recuerde a ellas para ganar electores, o cualquier otro fin, no es más que un tirano inhumano.

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