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Jorge Valín

La economía de juguete de Caldera

Como en tantas ocasiones, el sector del juguete español va perder el tren de la modernidad, quedándose obsoleto y viviendo de una ilusión a la que todos vamos a contribuir nos guste o no.

A partir del marzo del año que viene, sin que usted lo sepa ni desee, va a estar financiando la industria del juguete española aunque no compre ni un solo de estos chismes infantiles. La fantástica idea intervencionista ha sido producto de la mente del señor Caldera y ha dejado al sector encantado. El ministro ha encontrado en esta medida una forma fantástica para comprar votos con nuestro dinero. Qué casualidad que las nuevas subvenciones al sector juguetero se vayan a cerrar el mes de las elecciones.

Como siempre, la excusa oficial para regalar nuestro dinero a los empresarios ha sido otra. Según el ministro de Trabajo, las ayudas serán para hacer frente a la competencia de los juguetes asiáticos, el cuento que no para de repetirse últimamente. Poco le importa a Caldera que esta medida perjudique directamente el bolsillo del ciudadano español, comprador o no de juguetes. Tampoco le importa a Caldera que esta extorsión al ciudadano lleve al sector del juguete a su tumba definitiva. Los bajos precios de la competencia son una señal del mercado, de la gente que actúa en él, para que el empresario cambie el chip ante las nuevas características de la sociedad.

Cuando la competencia aprieta, el empresario ha de tomar una decisión que no le expulse del mercado o de los deseos del comprador. Generalmente se dividen en tres: reducir costes, cambiar de sector y dedicarse a vender algo que la sociedad demande más urgentemente o  innovar, que es la más difícil de las labores del empresario. En cualquiera de las tres situaciones, y en condiciones de libre mercado, tanto oferente como demandante salen ganando. El primero aumentando ingresos y el demandante, la gente de la calle, en mejores precios o en nuevas líneas de productos o servicios.

Cuando artificialmente el Estado interviene en este proceso renovador sólo consigue dejar al sector fuera de las decisiones de las personas, llevándolo a una espiral de pasividad empresarial y elitista. En el ramo juguetero sólo permanecerá el puñado de empresas que viven de la subvención, que se dedicarán a trabajar para los requisitos que el burócrata impone y así poder recibirla. En este caso serán requisitos laborales que nada tienen que ver con mejorar la estructura de producción ni la innovación empresarial. El ciudadano –la demanda– pierde su poder sobre el mercado, que es traspasado a los oligarcas del Gobierno. Con el tiempo, el sector se volverá cada vez más incapaz de adaptarse a las volátiles y exigentes demandas del consumidor y más dependiente de las decisiones políticas, esto es, de la compra de votos y promesas de los políticos. ¿Se imagina que el Gobierno hubiese protegido los discos de vinilo para defenderlo de la competencia del CD? Si tal protección hubiese durado hasta hoy sólo tendríamos un sector que viviría de la caridad del Estado y no se correspondería en nada con los deseos del consumidor. Es caridad a punta de pistola, ya que el Gobierno obtiene el dinero sacándoselo a usted.

Como en tantas ocasiones, el sector del juguete español va perder el tren de la modernidad, quedándose obsoleto y viviendo de una ilusión a la que todos vamos a contribuir nos guste o no. La dura competencia asiática es una ocasión de oro para los empresarios. Han de replantearse sus tradicionales estrategias innovando en nuevos sectores y buscando nuevas oportunidades. Sólo así podrá sobrevivir de forma sostenible y honrada en el tiempo. La nueva compra de votos que ofrece Caldera a los diversos sectores empresariales está dejando la economía española en el pasado. De momento lo pagaremos a corto plazo mediante las transferencias no voluntarias del ciudadano al sector empresarial, pero con el tiempo lo pagará la economía entera cuando vea que es incapaz de hacer frente a cualquier innovación que nos venga de fuera por pequeña que sea.

En Libre Mercado

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