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Jorge Valín

Se cae el tinglado y el Gobierno lo celebra

Decía Francesc Cambó que hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible y otra, retrasar lo inevitable. Zapatero está haciendo ambas, prometer lo imposible para comprar votos y retrasar con palabras algo que ya tenemos encima.

A pesar del discurso triunfalista del Gobierno, los datos que han empezado a aflorar últimamente son demoledores. La inflación se está disparando, el precio de las materias primas parece no tener límite, el sector de la vivienda, pese a estar aún por las nubes, empieza a contraerse, se vislumbran amenazas en el horizonte de un aumento del desempleo en sectores estratégicos de la economía española y todo el mundo está endeudado hasta las cejas.

Pocos ahora siguen negando la crisis que se avecina y es que los meses inmediatos pintan mal. En este último mes de octubre, productos como la leche han subido más de un 8%, el café se está pagando en el mercado Liffe de Londres a 2.488 dólares la tonelada, su precio más alto desde 1997, la industria de las conservas ya ha dicho que subirá sus productos un 20% para evitar el colapso empresarial y otros productos cotidianos como el pan han subido en lo que va de año un 17%. Dice ZP que la última subida de la inflación no es culpa del Gobierno. En parte es cierto, pero todo el mundo pensaba que la función de un dirigente político cuando ocupa tan alto cargo es mantener un buen nivel de vida para sus ciudadanos y no limitarse a arreglar los destrozos que el propio Gobierno hace cada día. Algo que, a propósito, tampoco está haciendo. A la vista está que la única función real del Estado es hacernos la vida imposible y encima con nuestro dinero.

Pero no todo es tan malo como parece. Los políticos ya han encontrado una solución para hacer frente a la crisis y posible pérdida de poder adquisitivo: se van a subir el sueldo hasta 6.000 euros más. Ajenos a que los precios suben para todos, los políticos también han decidido duplicar el precio del agua hasta 2010. Culparán a la UE de tal medida, pero lo cierto es que hacía años que los burócratas españoles tenían el plan de la Unión en la mesa y no han hecho absolutamente nada hasta ahora para adaptarlo progresivamente al mercado. Además, el 1 de enero entra en vigor la nueva ley de calidad del aire que incorpora un impuesto ecológico para los coches que, contrariamente a lo establecido al principio, no penaliza los vehículos de gran cilindrada, sino a todos aquellos que violen unos supuestos criterios medioambientales. Otra excusa para recaudar más. Esto, junto con que el mercado del automóvil no está para tirar cohetes, ha disparado todas las alertas de este sector y el año que viene se prevén fuertes despidos en la industria automovilística, así como cierres de pequeños proveedores industriales. Para colmo, un reciente informe de BBVA nos dice que para el 2008 llegaremos a perder 80.000 puestos de trabajo en el sector de la construcción.

Todo y así, nos podemos dar por aliviados porque, según el presidente del Gobierno, la Bolsa sube gracias a su labor. No habría sido ZP muy buen analista bursátil. El Ibex 35 no refleja la evolución de la economía española, sino de 35 empresas. Es más, en el último rally alcista sólo unos pocos valores, sobre todo Telefónica y Santander, han sido los que realmente han tirado del selectivo. Ambas han representado estos días hasta una tercera del volumen total de negocio. Es más, ha habido días donde sólo la fuerte revalorización de Telefónica ha representado hasta el 80% de la subida del Ibex. No es ZP quien ha hecho subir la bolsa en este segundo semestre, sino Telefónica; si nos empeñamos en personalizar, el responsable ha sido Cesar Alierta, el presidente de la compañía.

Decía Francesc Cambó que hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible y otra, retrasar lo inevitable. Zapatero está haciendo ambas, prometer lo imposible para comprar votos y retrasar con palabras algo que ya tenemos encima. Los datos no mienten por más que ZP lo haga "con una sonrisa".

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