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Jorge Vilches

Aznar, embajador de ZP

Es hora de que los socialistas acaben con sus fobias y complejos, con el cuento de las dos Españas irreconciliables, y de que actúen como un partido de gobierno serio

Bush, el presidente de EEUU que no responde a la llamadas del presidente español, se ha reunido, a petición propia y en la Casa Blanca, con Aznar. Los analistas que se desgañitan contra el Imperio hablarán de la vejación al gobierno soberano español, pero ¿le cabe otra posibilidad a Bush? Es decir, ¿cómo verían sus compatriotas, y todas las cancillerías del mundo, que no respondiera de alguna manera a la imagen de un ZP "toca narices de Bush", como escribía la prensa alemana hace unos días?
 
Sí, como españoles, molesta que se responda al presidente de Sierra Leona o al de Swazilandia antes que al nuestro, pero es comprensible la actitud de Bush. Y su reacción ha sido lógica, y es razonable que no le pese correr el rumor de que no nombrará embajador en Madrid en seis meses, que impida la construcción de seis fragatas en España para Israel, que no nos encargue el suculento mantenimiento de la Sexta Flota, y que convierta a nuestro competidor Marruecos en su aliado preferente. ¿Qué esperaba el Gobierno socialista tras retirar las tropas antes de lo que le aseguró Bono a Powell, y pedir ZP en Túnez a todos los aliados que hicieran lo mismo? ¿Que le invitara a una barbacoa en su rancho de Texas para celebrar la victoria del 2 de noviembre?
 
Pero no todo es mohína. Se vislumbra algo positivo. La nueva administración republicana considera que el antiamericanismo, o el antibushismo de Zapatero, Moratinos, Bono, Blanco, Trinidad Jiménez y compañía, no supone que España, la nación, haya roto la alianza con EEUU, sino que ahora gobierna en nuestro país un Ejecutivo con una política exterior, digamos, equivocada. Quizá los neocon que asesoran a Powell y Rumsfeld crean que, a medio plazo, con la ayuda paternalista de Schröder, y habiendo convertido el Gobierno ZP la rectificación en un arte digno del Renacimiento, la situación se pueda reconducir.
 
La cita con Aznar no deja de ser, por tanto, un alivio para los que siempre hemos creído que una amistad estrecha con la primera potencia del mundo es, al menos, tan decisiva para nuestros intereses como la pertenencia a la Unión Europea. Por esto, la entrevista con el ex presidente Aznar tiene un aspecto positivo que, aunque a Zapatero le provoque sarpullido, debe aprovechar, por el bien de España, buscando su mediación en este inútil conflicto. Se trata de transformar el talante en inteligencia, diplomacia y saber estar; creerse que ya no es la oposición, que las pancartas se acabaron, y que debe gobernar para mimar los intereses nacionales, no los del PSOE o los de la izquierda de tramoya y celuloide.
 
Ahora no es el momento de las frases publicitarias, sino el de larealpolitik. Si es posible y deseable para el Ejecutivo socialista el hablar con quien quiere destruir la Constitución y el Estado de las Autonomías, con los que desprecian a España, y llegar con ellos incluso a pactos de gobierno, como son Ibarreche y Carod Rovira, ¿por qué no hablar con Aznar para acercarnos otra vez a EE.UU? Pues no, creen que van a defender mejor los intereses de España el canciller alemán Gerhard Schröder y Joschka Fischer, como sugirieron en la cumbre hispano alemana en León. Es hora de que los socialistas acaben con sus fobias y complejos, con el cuento de las dos Españas irreconciliables, y de que actúen como un partido de gobierno serio. Por una vez, por favor.

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