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Jorge Vilches

El sueño del nacionalismo vasco

Patxi López, Eguiguren y Jaúregui pretenden volver al gobierno vasco, en una especie de "tripartito catalán", a lo Maragall, que no descarta aceptar y asumir como propias ciertas reivindicaciones del PNV.

Imaginemos que un Gobierno legítimo, de una región cualquiera de Europa, quiere celebrar un referéndum ilegal para consultar sobre un proyecto político anticonstitucional. Y que ese proyecto rompe la soberanía nacional de la que emana el marco legal en el que se cobija. El objetivo último de ese Gobierno es la independencia, para lo cual le es indiferente romper la Constitución democrática que le da vida, y el Estado que le proporciona sentido internacional, y en donde tiene sus raíces históricas, culturales y humanas. El presidente de ese Gobierno regional declara ante el Jefe del Estado que su "sueño" es ver un día gobernando los ayuntamientos de su Comunidad al brazo político de una banda terrorista. E imaginemos que ese grupo político, ilegalizado y acorralado por la ley democrática, señala que su vía de entrada en la legalidad es la convocatoria de una "consulta popular". ¿Coincidencia?
 
El escenario se completa con la actuación del Gobierno nacional. El partido que lo sustenta, mayoritario en las instituciones representativas estatales, argumenta que aquel proyecto político ilegal fue la respuesta a la soberbia del anterior Ejecutivo nacional. Y despenaliza la convocatoria de referéndums ilegales, mientras algunos miembros relevantes del mismo partido en aquella región dicen que el Gobierno nacional debe ser "valiente" y tender la mano al brazo político de los terroristas; para que se rediman, vamos. La imaginación también puede alcanzar que, como la culpa fue del anterior Ejecutivo, autoritario y "autista" (sic), han decidido presentar un proyecto político alternativo de autogobierno, equidistante y nacionalista, anhelando regresar a tiempos en los que gobernaban aquella región.
 
Es el sueño del nacionalismo vasco: convertir el sistema de partidos en un movimiento nacional hacia la independencia. Todos a una, en aras a poner fin al "conflicto vasco", a un "problema político". Consiguieron separar a uno de los tres partidos de ámbito estatal que había en el País Vasco, a Esker Batua, de su matriz general, IU, con las mieles del poder. Ahora, esta fracción de Madrazo, el euskocántabro, sostiene con ardor los mismos principios políticos que el PNV, e idénticos instrumentos para su consecución: el referéndum, el plan Ibarretxe y el derecho de autodeterminación.
 
La siguiente ensoñación es convertir a Batasuna en la simetría de la ERC de Carod. Sería un partido nacionalista y socialista, casi un grupo bisagra entre el PNV y el PSE, polivalente y radical. Que además serviría de coartada para presentar el nuevo proyecto político, tendente a la independencia, como el precio a pagar por la paz, la reconversión de los violentos, la paz de los justos. Los batasunos, aun sin legalizar, formarían parte de ese movimiento nacional que pediría el referéndum para los vascos y las vascas. Y el "sí" legitimaría su legalización, y su travestismo a una ERC con acento euskaldún.
 
La última pieza del sueño del nacionalismo vasco se está jugando ahora. El socialismo vasco, muy cambiado tras la marcha de Redondo Terreros y Rosa Díez, parece navegar, viento en popa a toda vela, hacia el regazo nacionalista. El artículo de los donostiarras Odón Elorza, Gemma Zabaleta y Dennis Itxaso, para que el Gobierno de Zapatero fuera indulgente con Batasuna y los presos etarras, es un paso más en la formación de ese movimiento nacional. Patxi López, Eguiguren y Jaúregui pretenden volver al Gobierno vasco, en una especie de "tripartito catalán", a lo Maragall, que no descarta aceptar y asumir como propias ciertas reivindicaciones del PNV. Un nuevo Estatuto, atrevido, cercano al plan Ibarretxe, podría ser la clave. El nacionalismo vasco logró desvincular a Esker Batua de su dirección estatal, y ansían hacer lo propio con el PSE.
 
Claro que, ya Sabino Arana escribió, en Bizkaya por su independencia, en 1892, que el remedio contra la dominación maketa no estaba en el fusil, sino en "desterrar de nuestra mente y nuestro pecho toda idea y todo afecto españolista; en arrancarnos de los partidos españolistas que lo son todos los hoy militantes", y construir "un solo cuerpo bizkaino, aislando por completo a los maketos en todos los órdenes de las relaciones sociales" haciendo su vida "imposible".
 
Que no nos pille por sorpresa.

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