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Jorge Vilches

El zapaterismo y la Transición

En esa "democracia deliberativa", claro, se excluye al PP estableciendo un "cordón sanitario", violentando con ello no sólo el espíritu y la forma del 15-J, sino los elementos más básicos para una reforma inteligente y sólida de un Estado democrático.

El 15-J supuso el inicio de la democracia, el ejercicio de la soberanía nacional, el respeto al pluralismo político y, también, el orillar los problemas que en el pasado habían impedido el establecimiento de un régimen constitucional estable. La Transición que entonces comenzó es hoy un periodo mitificado, un resorte simbólico para referirse al consenso y a la defensa de la democracia y la libertad. ¿Qué ha quedado de ella?

Es paradójico que se celebre el 30 aniversario de las primeras elecciones en el peor momento para los valores liberales y democráticos en nuestro país. La paradoja se produce porque el zapaterismo que nos gobierna rompió hace tres años lo que justamente nació aquel 15-J: el consenso de las fuerzas políticas mayoritarias en los grandes asuntos de Estado.

A cambio, el PSOE de Zapatero ha tomado como aliados a los que interpretan dicha fecha como el inicio del reconocimiento de "su nación", o a aquellos que ven en el 15-J el comienzo de una etapa fallida porque no se saldó cuentas con el franquismo y no se estableció la República. ¿Por qué se produce este maridaje entre el zapaterismo y esas opciones políticas? Principalmente porque los conceptos de democracia y libertad que albergan los hombres de Zapatero son muy convenientes para los intereses de nacionalistas y comunistas.

La idea de la "democracia deliberativa" del zapaterismo agrada a los que todavía sostienen, en IU y aledaños, que los regímenes comunistas fueron "democracias populares". Y, por supuesto, a los que no pueden soportar que el adjetivo "liberal" acompañe al sustantivo "democracia". La razón es que la práctica de la idea zapaterina, la "deliberación", permite a los grupúsculos obtener sus objetivos con independencia de su fuerza electoral.

En esa "democracia deliberativa", claro, se excluye al PP estableciendo un "cordón sanitario", violentando con ello no sólo el espíritu y la forma del 15-J, sino los elementos más básicos para una reforma inteligente y sólida de un Estado democrático.

La paradoja aumenta porque el zapaterismo ha dedicado los últimos tres años a hablar de la "memoria histórica" como arma arrojadiza, y de la Segunda República como el referente de la democracia actual. De esta manera, se van al garete los esfuerzos de los historiadores socialistas para arrogarse la Transición, hacer coincidir su finalización con la victoria de 1982, y asumir como propios el espíritu y los modos políticos de aquel periodo.

En definitiva, el desquiciamiento es tal que cuando el zapaterismo pase, que pasará, habrá que recuperar no el espíritu de una mitificada Transición que dio un paso decisivo el 15-J, sino el sentido común.

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