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Jorge Vilches

Incertidumbre y popularidad

La política del gobierno Zapatero ha creado una gran incertidumbre entre los españoles, lo que explica su escalofriante pérdida de popularidad

La impopularidad se produce porque los ciudadanos dejan de ver a los políticos como un instrumento para la resolución de los problemas generales. Y crece, en cambio, la sensación de que su actividad, actitud y palabras sólo sirven para crear dificultades allí donde no las había, mientras olvidan los obstáculos cotidianos de los contribuyentes. Es el caso de Zapatero y la sociedad española.
 
La política del gobierno Zapatero ha creado una gran incertidumbre entre los españoles, lo que explica su escalofriante pérdida de popularidad. La sociedad no percibe con claridad la necesidad de reformar el Estado sin el concurso del PP, sobre todo si este partido defiende algo con tanta aceptación y buen resultado como es la Constitución y el espíritu de la Transición. La sensación es palpable. Algo no marcha bien cuando el partido de la oposición, con gran respaldo por más que quieran sumirla en una falsa soledad, clama por el respeto a la Carta Magna y al consenso de las grandes fuerzas para su reforma.
 
Y la incertidumbre del español sentado no es gratuita. El gobierno de su país cuestiona la existencia de su identidad nacional, y, no contento con eso, pretende vaciar de facultades a la administración central que gestiona. Dice, por otro lado, que ha sacado a España del “eje de la guerra” para ser “promotora de la paz”, pero vende barcos y aviones de guerra a Venezuela, desestabilizando, así, Centroamérica. Asegura que encaminan al Estado español a la modernidad, al ciudadanismo, pero promueve un Estatuto de Cataluña que nos devuelve al Antiguo Régimen, a la desigualdad por nacimiento. Afirma que garantiza la pluralidad informativa, la televisión de todos, pero llama “bazofia” y “caverna mediática” al que discrepa de la verdad oficial. Promete una mejor educación, pero publica una segunda edición de la LOGSE, la ley que ha creado más analfabetos funcionales del mundo civilizado.
 
El discurso para señalar a un PP demiurgo de los problemas está pronto a caducar porque crea más desazón e incertidumbre. La sociedad percibe como algo irreal el que sea el partido de Rajoy el que, sin estar en el poder, esté poniendo en peligro la convivencia del país. En el PSOE, en consecuencia, están muy preocupados. Saben que la solución inmediata –esconder a Zapatero y sacar a hablar a los ministros– es mucho peor. En su ceguera, los socialistas aún se atreven a decir que no están “aquí para que el ciudadano nos aplauda, sino para hacer mejor su vida y para cumplir la palabra dada”… “aunque el ciudadano no quiera”, se les olvidó decir.
 
En esta tesitura, han ideado frenar el descenso de popularidad del líder acelerando una tregua con ETA. Y sale Patxi López, para vergüenza de muchos socialistas vascos, entre otros, asumiendo los postulados entreguistas y nacionalistas. Y Peces Barba acusa de “sectarismo” a Alcaraz, presidente de la AVT. Entonces será cuando los medios de comunicación adictos comiencen la “pedagogía”, porque el que vota y paga sus impuestos no sabe nada, animada por la frase de Zapatero: “Nadie nos va a parar”. A no ser que Carod diga lo contrario.

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