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Jorge Vilches

Los escraches y la izquierda

La izquierda de nueva generación actúa al margen de sus organizaciones tradicionales; es más, las desprecia porque forman parte del 'sistema'.

La izquierda de nueva generación actúa al margen de sus organizaciones tradicionales; es más, las desprecia porque forman parte del 'sistema'.

Esta tarde, la del martes, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca ha convocado unos escraches simultáneos a las puertas de las sedes del PP en Madrid, Barcelona, Valencia y otras ciudades. Es el típico movimiento social que, llegado a su punto máximo, que fue la presentación de la Iniciativa Legislativa Popular, se desinfla. Sin embargo, no es desdeñable para el análisis social, ya que forma parte de un movimiento mucho más amplio.

La izquierda se mueve. Su nueva generación actúa al margen de sus organizaciones tradicionales, como PSOE e IU, o CCOO y UGT; es más, las desprecia porque forman parte del sistema. Por otro lado, se ha adaptado bien a las nuevas tecnologías, y las utiliza para la movilización, la visibilidad constante y la denuncia. La presencia de esta izquierda joven en las redes sociales y páginas web es abrumadora. Además, ha adoptado la organización y las formas de los nuevos movimientos sociales, identificándose con otros similares en el resto del mundo, desde Argentina o Estados Unidos a Alemania o Chipre. Las acciones colectivas que lleva a cabo son eficaces porque crean noticia; es decir, ocupan espacio en los informativos televisivos y la prensa, ya sea una performance de unas chicas en ropa interior en una capilla universitaria o un grupo a la puerta de la casa de un político.

La movilización la lleva a cabo un pequeño grupo que consigue convertir una protesta general, o un malestar, en una reivindicación izquierdista. Pancartas, eslóganes, banderas y profesionales de la organización y la resistencia civil, todos de ese grupo, acaban apoderándose del episodio social. El caso del Movimiento 15-M es claro a este respecto. Es un fenómeno que en España ocurre desde el caso Prestige, y siempre que gobierna el PP. Aquel "Nunca máis" preludió el "No a la guerra" con el que se persiguió y criminalizó personalmente a los diputados populares. Y de ahí hasta las recientes convocatorias para rodear el Congreso y tomar el poder, los saqueos de supermercados y fincas particulares que llevaron a cabo el diputado comunista Gordillo y sus secuaces y estos escraches.

La argumentación siempre es la misma: esto no es una democracia y el capitalismo es malo. Y, claro, no es una democracia porque la Transición fue hurtada por la derecha a pesar de que fue la izquierda la que luchó por la democracia, y hay una continuidad entre los franquistas y el PP. Aquí el vínculo de estos movimientos sociales con la recuperación de la memoria histórica es claro. La democracia de la Constitución de 1978, por tanto, no es legítima, y las instituciones no representan al verdadero pueblo. Si fuera una democracia, dicen, el Estado debería estar en manos de una organización de izquierdas para ser el garante de una economía guiada por la distribución de la riqueza y la igualdad social. La falsa democracia está marcada por los poderes fácticos, como los bancos, no por el interés del pueblo. Por tanto, para esta gente, el mercado y la propiedad privada son los enemigos de la democracia, y origen de todos los males que acechan a la Humanidad.

Los escraches acabarán pasando, las acciones colectivas de esa izquierda joven cambiarán de forma, y aumentarán en intensidad según se acerquen las citas electorales. Pero que nadie se lleve a engaño. Es un movimiento que no aprovecharán el PSOE ni IU, y muestra que el PP y sus Nuevas Generaciones se han quedado muy atrás en su capacidad para movilizar a la sociedad, tener presencia entre la juventud y conseguir su respaldo explícito. 

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