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Jorge Vilches

Maura y la modernización de la derecha

Maura personifica como ningún otro personaje, con la salvedad de Cánovas, el propósito de modernizar la derecha y el liberalismo conservador.

Maura personifica como ningún otro personaje, con la salvedad de Cánovas, el propósito de modernizar la derecha y el liberalismo conservador.

La utilidad de un libro de historia no está solamente en que nos ilumine el pasado ofreciéndonos una interpretación distinta o más clara, también en que ayude al lector a analizar su presente, a dar explicaciones a acontecimientos recientes, o a entender por qué algunos actores políticos y sociales, o la gente, sostienen un discurso o unas actitudes determinadas. José María Marco en su obra Maura. La política pura (Gota a Gota, 2013) consigue ambas cosas.

Y es que Marco es uno de los intelectuales más interesantes de los últimos veinte años; uno de esos a los que no se les puede perder de vista. En 1997 dio a la imprenta La libertad traicionada. Siete ensayos españoles (reimpreso por Gota a Gota en 2007), donde exponía la que creo es la preocupación constante del autor: la conservación de la libertad a través de la asunción de la buena herencia liberal –constitucionalismo, derechos individuales, parlamentarismo y alternancia en el poder– y la aplicación de reformas –democracia y descentralización-. En aquel ensayo retrataba a siete personajes de la vida intelectual y política española que vivieron la crisis del 98: Joaquín Costa, Ángel Ganivet, Enric Prat de la Riba, Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, Manuel Azaña y José Ortega y Gasset. En esas biografías Marco señalaba el desprecio de principios del siglo XX por la herencia liberal construida en el azaroso XIX, la destrucción de lo que tanto había costado levantar, y cómo se perdió la oportunidad de democratizar el régimen y la sociedad.

La preocupación por la articulación de una vida política liberal y democrática, homologable a la de otros países europeos, llevó a Marco a analizar el papel de la izquierda. No sólo eran responsables el liberalismo y el conservadurismo de la inestabilidad de los últimos doscientos años. Y lo volvió a hacer a través del género biográfico, con dos estudios imprescindibles sobre Manuel Azaña y Giner de los Ríos. Azaña es clave en la biografía intelectual de Marco –de hecho fue el objeto de su tesis doctoral, presentada en el año 2000–, desde que publicó en 1988 La inteligencia republicana. Manuel Azaña, 1897-1930 (Biblioteca Nueva), libro al que siguió Manuel Azaña: una biografía (Planeta, 1998; Libros Libres, 2007). La preocupación por la ausencia de una izquierda integradora y responsable, presente en dichas obras, está también en Francisco Giner de los Ríos: Pedagogía y poder (Península, 2002; Ciudadela, 2008).

No se trata sólo de la izquierda; en el fondo del planteamiento de José María Marco subyace una reivindicación: España inició su contemporaneidad con una revolución, la de Cádiz en 1812, que unió la nación con la libertad. Este nacionalismo liberal, sin mitificaciones, vinculado al constitucionalismo y al parlamentarismo, sirvió de base para el progreso asentado en la lucha por la ciudadanía, por los derechos individuales. Era preciso dar a conocer esa herencia, y así lo hizo Marco coordinando el volumen Genealogía del liberalismo español (FAES, 1998) y dando a la luz la obra Una historia patriótica de España (Planeta, 2011). Por tanto, no era únicamente una cuestión de una izquierda bárbara, también de una derecha que no era capaz de asumir ese legado e ir adaptándose a su tiempo, tal y como vio en La nueva revolución americana. Por qué la derecha crece en Estados Unidos y por qué los europeos no lo entienden (Ciudadela, 2007).

Marco ha puesto de manifiesto en Maura. La política pura todas estas preocupaciones. Porque Maura personifica como ningún otro personaje, con la salvedad de Cánovas, el propósito de modernizar la derecha, el liberalismo conservador, y a través de ella el mismo régimen. No cayó en el pesimismo crítico o en el nihilismo después del 98, sino que postuló una democratización que pasara por la eliminación del caciquismo y la articulación de los mecanismos propios de la elección popular que, en definitiva, dignificaran la vida política y revitalizaran el parlamentarismo. Quiso integrar el catalanismo, pues siempre creyó en la descentralización sensata como un medio de mejorar la administración local, y luchó contra el terrorismo. Maura tuvo una idea de España que, según Marco, asumía aquella herencia liberal y, al igual que Cánovas, pretendía continuar la Historia reformando lo anacrónico. No obstante, el proyecto de Maura fracasó, y lo hizo por dos causas externas y una contradicción. Esta última fue que no construyó un partido adecuado a la democracia, lo que no era sencillo, como se demostraba en el caso de los conservadores británicos, los tories, a los que les costó décadas. Junto a esto, hubo, como señalé, dos motivos externos. Por un lado, el Rey, que no apoyó lo suficiente el proyecto, mostrando que la institución no estuvo a la altura exigida; y, por otro lado, el resurgimiento de una izquierda que recuperaba el exclusivismo y el ánimo revolucionario del reinado de Isabel II. Aquel "¡Maura, no!" inventado por la prensa de la izquierda liberal, la republicana y la socialista, titulaba perfectamente el regreso de una opción política que no quería presentar una alternativa de gobierno, sino que se constituía como frente antisistema y que se apropiaba de la democracia como en la época isabelina se creyeron los dueños de la libertad. En realidad, señala Marco, esa izquierda quería destruir lo existente y erigir un régimen gobernado por ellos en exclusiva, lo que derivó, tal y como ha señalado en otras de sus obras, en la República de 1931, un "experimento de intolerancia".

Los lectores atentos podrán encontrar en Maura. La política pura, además de frases que sirven para adornar cualquier texto –"En tiempos de crisis, las instituciones son lo más valioso que tiene un país" (p. 176)–, claves para interpretar el pasado más reciente y el presente, como indiqué al inicio. Me refiero a los paralelismos que puedan hacerse con los dos últimos líderes de la derecha española, José María Aznar y Mariano Rajoy, en su reformismo democrático y descentralizador, en la concepción del liberalismo conservador, en el papel requerido a la Monarquía, en su tratamiento del fenómeno religioso, y en la idea de España. Y, cómo no, valorar la trayectoria y el presente de la izquierda. Esto, evidentemente, proporciona una perspectiva histórica sobre ambos muy conveniente en tiempos de crisis institucional y territorial como hoy en día.

José María Marco, Maura. La política pura, Gota a Gota, Madrid, 2013, 199 páginas.

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