Los estrategas socialistas están convencidos de que, para las elecciones vascas, la ganancia de votos está en el sector no nacionalista, el del PP. La intención es ya evidente, que el PSE se ofrezca al PNV nada más terminar el recuento de los votos. El resultado, barruntan, no sería solamente volver al poder en el País Vasco, sino reforzar la mayoría progubernamental en el Congreso de los Diputados.
Su adversario no es, en consecuencia, el PNV, sino el PP. La política de los populares ha fracasado, dicen, tanto en el País Vasco como en el conjunto de España. La confrontación no ha resultado un éxito, insisten, sino un acicate para el conflicto. Y Zapatero compara a Ibarretxe con Aznar, apelando al “espíritu del 14-M”. Por un momento, uno podría pensar que van a sitiar las sedes del PNV gritando “asesinos, asesinos”, como hicieron el 13-M con las del PP. Pero eso nunca va a suceder; porque la alternativa socialista es que no haya alternativa, dar como inexorable el latiguillo nacionalista de que vivimos en un arcaísmo imposible de soportar: la Constitución y el Estatuto de Guernica. De manera que, sin remedio, a un gobierno nacionalista sólo le puede sustituir otro, pero con presencia socialista.
La nueva forma de hacer política de la que hace gala ZP consiste, básicamente, en aceptar los argumentos del contrario, no ya como legítimos, sino como superiores; siempre que ese contrario no sea el PP, claro. El diálogo y el entendimiento que predica Zapatero no son más que la pérdida de las señas de identidad y los principios con el único deseo de no perder el poder. En consecuencia, con esta cesión, y sin más idea que el mantenerse en el gobierno, no es complicada la alianza con partidos extremistas fuertemente ideologizados, como IU, ERC o el PNV.
La alternativa que plantean para el País Vasco, por tanto, no es de partidos, ni de política, sino de nacionalismos. Inalcanzable la victoria electoral, su objetivo es decir que han sido el único partido democrático que obtiene más escaños que en el año 2001. A esta legitimidad electoral, le sumarían el respaldo de gobernar en Madrid y su aproximación a los deseos peneuvistas: nuevo Estatuto y referéndum. El escenario para negociar un gobierno en Vitoria sería para el PSE inmejorable.