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Jorge Vilches

Zapatero habla, España pierde

Zapatero ha significado demasiado a España, apostando por Kerry, con esa patología de hacer lo contrario que hizo Aznar

El PSOE creía que apostando por Kerry ganaba en cualquier caso. Si Bush triunfaba, Zapatero y Moratinos pensaban que iban a mantener el frente con Francia y Alemania, sosteniendo el antiamericanismo del "No a la guerra", que tan buen resultado les ha dado. Si era Kerry el preferido por los norteamericanos le permitía al Gobierno socialista sumarse al carro vencedor, vender pacifismo y multilateralismo y, en el caso de que el presidente demócrata "fallara", seguir aferrados al momentáneo eje franco alemán, y al antiamericanismo como pretendida baza electoral. La victoria de Kerry, además, le permitía a Zapatero excusar sus insultos a EE.UU centrándolos en Bush, presentándose como "el verdadero amigo, el que dice las verdades".
 
En su teoría de la "alianza de civilizaciones", la apuesta por Kerry coincidía con los que explican el terrorismo por las provocaciones occidentales. Los ataques a Bush conducían a justificar el terror por la actitud violenta y unilateral del presidente de EE.UU. La jugada de Zapatero parecía completa, pues pretendía reforzar la unión con Francia y Alemania, y tendía la mano al mundo árabe y musulmán deseando la caída de Bush. La diferencia con la postura de Francia y Alemania es que estos son dos países que siempre podrán recomponer sus relaciones con EE.UU sin humillarse, ni contradecirse. Básicamente porque son potencias de primer orden.
 
Las elecciones estadounidenses han sido tomadas en Europa como un ajuste de cuentas entre la izquierda y la derecha. Los personajes de la foto de las Azores debían ser laminados, incluido Durao Barroso, el anfitrión. Y han bombardeado con encuestas sobre mayorías antiamericanas, preferencia de voto a Kerry, y opiniones sobre los errores de Bush en la guerra de Irak. Los medios de comunicación, mayoritariamente favorables a Kerry, han sido la voz preponderante, pero en el ámbito gubernamental no ha llegado, generalmente, al caso español.
 
Zapatero ha significado demasiado a España, apostando por Kerry, con esa patología de hacer lo contrario que hizo Aznar. Pero los norteamericanos no entienden en política exterior de alianzas con partidos políticos, sino de alianzas entre Estados. La amistad con Estados Unidos permitía a España no quedarse al pairo ante el "tradicional amigo" marroquí, el terrorismo islamista, o sin contratos para la construcción naval y su mantenimiento. Pero no hubiera cambiado con una victoria de Kerry, porque España ha dejado de ser para su país un Estado fiable y leal. España, así, perdía en cualquier caso gracias a la incontinencia verbal del Gobierno, y a una estrategia alejada de la política internacional real.
 
La decantación por Kerry, repetida como consigna por los cargos públicos del PSOE, desde Trinidad Jiménez hasta López Garrido, ha sido un error diplomático innecesario. Esto, claro, ha ido acompañado de un menú de insultos muy variados: a su bandera, a sus muertos, a su ejército, a su intervención en las guerras europeas del siglo XX, a su cooperación militar, a su presidente… con frases desafortunadas, como la de Bono, de que el nuevo Gobierno español no iba a "hincar la rodilla" frente al yanqui, o la del general Sanz diciendo que "damos más de lo que recibimos". Es una pena que a nadie se le ocurra darle a Zapatero, en dos tardes, como hizo Jordi Sevilla para la economía, unos conocimientos básicos respecto a la diplomacia y las relaciones internacionales.

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