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José Antonio Martínez-Abarca

Alguien extraño en la boca de Rajoy

Nadie ha sacado lecturas torcidas, ni siquiera José Blanco, porque la lectura torcida ya estaba en origen y hasta un bachiller como Blanco saca petróleo de algo tan fácil.

Lo que Rajoy quería haber dicho y no dijo es lo siguiente: "Mientras los millones de inmigrantes que el Partido Socialista llamó con su política de barra libre porque decían que había trabajo para todos están sin trabajo y cobrando el paro, los españoles a los que se le acaba el derecho de paro y tampoco encuentran trabajo se tienen que ir a vendimiar a Francia, como ocurría cuando la cartilla de racionamiento de Franco". Eso es lo que hubiera dicho Rajoy de estar todavía más descansado de lo que ya está, de haberse tirado tres o cuatro mesecitos más de desconectar en la Riviera Maya mexicana con la pulserita; de haber elegido ese día para recortarse un poco la barba y no pensar lo de siempre, que para qué si ya tiene los pelos demasiado largos y duele y que tampoco se trata de que las votantes se enamoren de él con el peligro de que le hagan ganar las elecciones; de haberse despertado esa mañana con la convicción de ser un polemista de primera y no haberse vuelto a dormir al momento con esa otra convicción de que si resucita como polemista entonces ya no lo llaman "oposición responsable"...

Pero lo que sí dijo Rajoy fue, efectivamente, algo propio de Le Pen: que mientras que los inmigrantes cobran paro, los españoles tienen que irse a trabajar fuera del país. Pero Rajoy iba a decir otra cosa muy diferente, porque entre la primera y la segunda parte de lo que dijo hay mil páginas de discurso que se saltó, lo que pasa es que a media frase sufrió un receso por vacaciones y luego tuvo que acudir a eso de "no me líen, que yo me entiendo".

El episodio es comparable al "mmmhheeeeeeh" de Montilla cuando todavía era ministro de Industria. Un microderrame cerebral en el discurso que creíamos articulado de Mariano Rajoy. Una laguna mental entre dos legislaturas, pues Rajoy se zambulló tras las elecciones como Michael Phelps, para no oír las discusiones en casa, y ha aparecido en la otra orilla sin saber ni cómo se llama. Un líder de la oposición no puede tener la guardia dialéctica tan baja, ni siquiera, que no es el caso, si hubiese estado fuertemente acatarrado y por la acción de un antihistamínico se le hubiese puesto la cabeza de corcho y la lengua de trapo.

Si quería ser conciso y cortante podría haber asegurado: "en España no hay trabajo ni para los españoles, así que aquí no cabemos todos, contra lo que decía y aún dice el Partido Socialista". Pero realmente eso no es lo que manifestó Rajoy. Nadie ha sacado lecturas torcidas, ni siquiera José Blanco, porque la lectura torcida ya estaba en origen y hasta un bachiller como Blanco saca petróleo de algo tan fácil. No era una declaración de Rajoy, sino una psicofonía, que venía rodando en ondas concéntricas desde esa dimensión desconocida en que ahora mismo se sitúa esta "oposición con maneras". Rajoy, allá donde se encuentre, ¿nos estará tratando de transmitir algo?

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