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José Antonio Martínez-Abarca

El calamitoso estado de la Justicia española

Ante la escandalosa y cada vez más pública podre de la Justicia Española, donde los gusanos le están ganando la batalla a las manzanas, lo asombroso es que haya profesionales intachables o que al menos conserven la buena fe

No sé quién dijo que el cuerpo judicial era, tomados ya los últimos objetivos militares progres o regres en las cátedras de universidad, la restante corporación franquistosagastiana, centenaria si no milenaria, donde el aire hermético mantenía la apariencia de las cosas, cosas que se degradaban a ceniza en cuanto alguien abría las ventanas como en una cámara egipcia. Pero uno no sabe, visto lo visto, qué es mejor, si que no abran las ventanas en la enrarecida judicatura o que las abran. Por lo que se cuela dentro, que puede ser peor que lo que quedaba.

La Justicia española es un monstruo inviable donde jueces, secretarios, policías y funcionarios decentes, que saben manejarse con ese pulso exquisito del que maneja garrafas de trinitotolueno, se ven obligados a trabajar sin medios, sin ánimo y sometidos a la llamada "condena del muerto", que es un tipo de tortura que se empleaba en la Edad Media consistente en amarrar entre sí con soga a un vivo y a un cadáver, hasta que los gusanos horadaban también al sometido a tan terrible escrutinio. Ante la escandalosa y cada vez más pública podre de la Justicia Española, donde los gusanos le están ganando la batalla a las manzanas, lo asombroso es que haya profesionales intachables o que al menos conserven la buena fe y hasta la confianza en que la balanza de la dama de ojos vendados no es la que le han descuidado al tendero sinvergüenza de 13, Rue del Percebe para pesar con truco los garbanzos.

Un caso sintomático de esta degeneración pública en cuyas garras estamos los españoles es lo del juez sustituto Calero, en cuyos poco expertos encajes descansa el asunto de supuesta corrupción inmobiliaria de Torre Pacheco (Murcia). Un juez, por muy Salvador que se llame y muy Calero que se apellide (lo que decíamos de la falta de inocencia del lenguaje), hijo de papá señor Calero, ex líder de la derechona intervencionista que lo cuidó en el refinamiento y el sentimiento de superioridad frustrado del Palacio de Vinader en la capital murciana, no puede enviar a nadie a la cárcel, como ha hecho, basándose en una simple permuta y valoración de terrenos no técnica sino ideológica, es decir, falsa. Sabiendo que parte de un presupuesto falso porque se cae por todos sitios, sin embargo el juez ha construido todo un teatrillo posterior de declaraciones lenguaraces que lo dejan en evidencia, pues van de la insolvencia intelectual a la pública ostentación de su voluntad dañina. Como ciudadanos, y por mucho miedo que dé la omnipotencia judicial, que lo da, debemos denunciar esa democracia de cada vez más escasa calidad que facilita que cualquier opositor de los que dejan palacios sólo para pisar estrados pueda decidir sobre vidas y haciendas, con la sola autoridad de sus prejuicios ideológicos cuando no de cosas peores, nunca de indicios reales ni fiables.

Según lo deducido de las propias y por cierto abundantes palabras del juez Calero, que lo delatan a sí propio, el alcalde de Torre Pacheco, señor García Madrid, no debía estar en la cárcel y a salvo del despotismo por ilustrar. Porque nadie se lee, por muy hijo del empollón Calero que se sea, dieciséis mil folios de sumario en una tarde, el equivalente a dieciséis Biblias en papel ala de mosca de una noche para otra. Y basándose en lo que no ha leído, pero ya llevaba decidido por ciencia infusa, destruye fatuamente la imagen de personas, arruina sus carreras, malfama a una determinada localidad y amenaza los puestos de trabajo de una empresa que siempre ha extremado hasta lo obsesivo el cuidado de sus obligaciones legales precisamente para evitar casos como éste. Atropello judicial que se inserta, como sucesor progre o regre de esa derechona murciana desbancada por el actual PP que sigue la máxima de "los enemigos de mis enemigos son mis amigos", en esa vasta operación milicoadministrativa de los poderes del Estado (que parecen tres pero son el mismo) para acabar con todo lo que se mueva en una "región gamberra" que no vota sedicentemente a los dueños del país.

Aguardo a que los cargos contra todos los implicados en el caso Torre Pacheco se basen en datos que no sean los ridículos que, en su auto judicial, el vernal Calero, el hijo de papá Calero, ha participado a la prensa amiga (qué papelón, el de la prensa amiga, dando cobertura entusiasta a orgías chequistas, es decir, carcelarias, al totanero modo). Porque si no hay más que lo que argumenta el juez (y ya digo que espero que no), uno diría que podríamos encontrarnos ante un presunto caso de flagrante abuso de autoridad, incompetencia, enemistad manifiesta, esplendente mala fe, ausencia de la mínima equidad y destrucción de bienes jurídicos protegidos (como la cartera de algunos empresarios inocentes). Por la décima parte de eso cualquier juez indigno debería quedar apartado para siempre de la carrera.

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