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José Antonio Martínez-Abarca

González-Sinde, comisaria política

Hasta tal punto todo el mundo se permite hoy tener una opinión que se la permiten incluso los intelectuales y artistas. Pero en lo del Sahara hay que dejar hablar únicamente a los expertos, asegura Sinde.

Así salen luego los guiones en el cine español. La autora del libreto de Mentiras y gordas (que sigue esperando su oportunidad para representarse durante veinticinco años ininterrumpidos en Broadway), la ministra de Cultura González-Sinde, ha dado una impresionante lección de apertura mental en sus declaraciones políticas a RNE, sobre lo del Sáhara. De modo que, por comparación, ha logrado que los soliloquios alucinados y vagamente interestelares de una Pajín o de una Aído parezcan las meditaciones de Marco Aurelio. En realidad el signo inequívoco de lo oscuro de los tiempos y la dificultad actual de distinguir entre altas "cargas" del Gobierno (o las "mini-istras" que han pasado por el mismo) y esas encantadoras escenas barnizadas de la casa Lladró no son Pajín ni Aído ni aquella Maleni ni la otra Corredor, sino, quién lo hubiese dicho, Sinde. Ha resultado que hasta ahora no conocíamos públicamente su pensamiento más destilado para que el pan sólo lo subieran las otras. ¿Para qué queríamos que hablase si estropeaba su esfíngida serenidad?

Al detenernos un momento en lo expelido sobre el Sahara por Sinde, esa representante de la intelectualidad escribida y lo más cercano a aquella antigua sensibilidad humanística ya prácticamente desaparecida que ha encontrado el Gobierno, echamos de menos que, en efecto, merced a la ingeniería social partitocrática, venga de una vez ese tiempo nuevo socialista en que los miembros del Ejecutivo se recluten exclusivamente en las corralas, los arroyos y las agencias oficiales de flamenco, no en academias ningunas. Ha pedido Sinde a sus artistas que no digan nada sobre lo del Sahara porque "no son expertos", dado que podrían jugar al "papel de opinar y de contribuir a la confusión en lugar de buscar soluciones". ¡Jugar (sic) al papel (sic) de opinar en lugar de buscar soluciones (sic)! Pero si el socialismo lo que había traído ya es esa juguesca del "papel de opinar" que se atribuye cualquiera y para cada cosa, opiniones todas que siempre valgan lo mismo porque, hombre, hay que relativizar. Precisamente en lo que habíamos quedado es en buscar la confusión en lugar de buscar soluciones, para que en toda esa rebolica a cualquier cosa la hagan ministra y la gente, sin referentes, no se eche a la calle a tomar las instituciones.

Hasta tal punto todo el mundo se permite hoy tener una opinión que se la permiten incluso los intelectuales y artistas. Pero en lo del Sahara hay que dejar hablar únicamente a los expertos, asegura Sinde. No vaya a ser que algún intelectual y artista se ponga a largar del mar y sus arenas sin permiso del Partido y descuide la cátedra de autoridades en la que sí están investidos, como la de denunciar los lunes al sol bajo el pleno empleo de Aznar.

La coincidencia física en la "manifa" pro-saharaui de los intelectuales y artistas junto con algunos miembros del PP "les debería hacer pensar", ha seguido Sinde. Y ésta era la que por sus inquietudes supuestamente no tenía tiempo para dedicarse a lo más lóbrego y simplón de las consignas de la Secta. Exactamente el mismo argumento de los que se negaron a condenar las matanzas de Stalin incluso cuando Nikita Jruschov ya lo había hecho: "para no hacerle el juego a la reacción burguesa". De eso de "jugar al papel de opinar" y al de ir a manifestaciones no autorizadas por la Academia de Cine, nada, manda Sinde. El "cordón sanitario" llega con Sinde, y no con Federico Luppi, más lejos que nunca: ahora no se puede coincidir con la derecha ni siquiera en la misma calle.

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